miércoles, 31 de octubre de 2012

Discos para oír a ciegas: A Wizard A True Star (1973)


A veces creo que la enorme ventaja que supone tener tantísima información a mano en Internet tiene ciertos inconvenientes. Muy pequeños y que por supuesto son mucho menos importantes que sus ventajas, pero los hay. Uno de ellos es el hecho de que se pierde el factor sorpresa al bucear en la discografía de un grupo. Eso es algo que en realidad es culpa de no haber vivido al grupo en su momento, porque uno también puede leer en un libro que por ejemplo Led Zeppelin se pasaron al folk en su tercer disco. Pero Internet nos permite tener información de absolutamente cualquier disco que se nos ocurra de grupos o artistas no muy conocidos e incluso podemos tantearlo en dos clics.
Repito, eso no tiene nada malo, pero a veces se hace necesario el factor sorpresa.

Todo esto viene a cuento de A Wizard A True Star de Todd Rundgren y el impacto que supone oírlo por primera vez. En su época la gente flipó por completo. Rundgren era hasta entonces un buen músico de pop-rock que había dado el pelotazo con un álbum de pop inteligente llamado Something/Anything con sus dosis de locura pero también con singles radiofónicos. Y de repente el tío apareció con esta bizarrada bajo el brazo.

Yo sabía que había algo de eso, pero tuve la buena idea de no leer mucho al respecto de forma que cuando oí el álbum solo sabía que Todd ahí daba un cambio, pero no sabía en qué sentido. Aparte de eso, decidí comprarme el disco a ciegas. Y aún hoy en día recuerdo exactamente la primera vez que lo oí. Lo que pensé y lo que sentí. Porque si hay un disco que debe oírse a ciegas es éste. La experiencia de oír por primera vez la cara A de este álbum no se olvida: son varios temas de 1 o 2 minutos, a cada cual más bizarro e incoherente seguidos, sin descanso. Un tema de rock ¿espacial? seguido de una versión del Peter Pan de Broadway (???), ruiditos raros, un tema de rock brutísimo, más ruiditos, una melodía juguetona, más ruiditos... en fin. Me vinieron una serie de sensaciones a veces algo contradictorias: desconcierto, pensar si realmente hice bien en comprar ese disco a ciegas (debo decir que ésta me duró muy poco), sensación de que nunca podría asimilar todo eso, admiración por Todd, un cierto miedo hacia Todd.... y, finalmente, ganas de oírlo de nuevo.

También es cierto que ese factor sorpresa tan importante no sucede con la misma fuerza siempre con todos los grupos. Y es que la gracia de Todd es que es un músico que en aquella época nunca podías saber por donde saldría. Y del mismo modo que oyendo un disco de esos años nunca puedes saber qué esperar, también existe el factor de riesgo de que no te guste el siguiente paso que dio, pero es parte de la gracia, ¿no?

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