jueves, 27 de febrero de 2014

Pequeños grandes detalles de canciones

Hay veces en que lo que le fascina a uno de la canción no es aquello más obvio o aquel gancho obvio introducido por el grupo, sino un detalle, un instante concreto. No me refiero por ejemplo a cosas como el retorno a la melodía principal en el "Starless" de King Crimson, ya que aunque sea sólo un detalle en un tema de más de 10 minutos, es obvio que se trata de uno de los puntos principales de la composición para cerrarla en círculo. Me refiero a detalles teóricamente más discretos. Hay docenas de ejemplos pero éstos son los que he podido sacar hoy.

A veces sucede que de una canción lo que más te gusta es una melodía concreta, no necesariamente la principal o el estribillo. El caso más descarado de esto que me ha sucedido a mí es "Gone Hollywood" de Supertramp, el tema que abre el Breakfast in America que demuestra cómo Rick Davies también podía ser un gran compositor pop. Es una muy buena canción con muchos coros à la Supertramp, pero el momento que me vuelve loco y que es mi favorito absoluto es cuando cantan la melodía de "If we only had time, only had time for you". La melodía surge a mitad de tema de la nada, como un ataque por sorpresa al oyente y me encanta.


"Baby Blue" de Badfinger he creído que también entraría en esta categoría porque lo que me enamoró de la canción fue no la melodía principal o el estribillo sino el puente de "What can I do, what can I say? Except that I want you by my side. How can I show you? Show me a way. Don't you know, the times I tried." Toda la canción es perfecta, pero esta parte en concreto a nivel melódico me parece descomunal, y encima la rematan con ese sencillo y efectivo solo de guitarra.

Lo mismo me sucede con "Loving Cup" de los Rolling Stones. Repito, tanto ésta como la anterior me parecen perfectas en su totalidad, pero lo que me hizo verla con otros ojos es la parte que hay a mitad de canción en que Jagger canta lo de "I feel so humble with you tonight" hasta el final de "What a beautiful buzz". No sé cuantas veces he rebobinado la canción para reescuchar este segmento porque me encanta. Quizá no corresponde a esta lista y en general es el momento favorito de muchos fans, pero como es un tema que no suele mencionarse, he pensado que cabía añadirlo aquí.



Pasando a detalles más pequeños, también debo mencionar "Five Years" de David Bowie. Me pasé un buen tiempo sin poder pasar del primer tema del Ziggy Stardust por culpa de esta canción, que se convirtió en una obsesión para mí, pero sobre todo por un detalle: los dos gritos finales de Bowie. No el clímax final en general (que considero que todos adoraremos y por tanto no entraría en este post) sino la forma como grita "Five years" las dos últimas veces. No sé por qué, me encanta cómo lo hace.

Pasando a Queen, destacaría en una categoría similar un momento de esa genialidad llamada "My Fairy King" de su debut. El momento en que Freddie canta lo de "Mother Mercury, look what they've done to me, I cannot run I cannot hide" y seguidamente Brian entra con su guitarra entonando una melodía atmosférica me parece de esos momentos que tienen una magia descomunal. Ese detalle vale por discos enteros, y lo digo en serio.


A veces incluso uno acaba adorando detalles que objetivamente son errores. Es el caso de un detalle de "I Can Feel" de Mott The Hoople. El motivo por el que la banda suele odiar su segundo disco y, concretamente, este tema es lo mal producido que está (yo no estoy de acuerdo). El detalle que irrita más a Ian Hunter es el hecho de que en todo el tema se oye el chirrido del bombo por haberse grabado mal. Sé que eso es un error pero a mí me gusta mucho cómo queda, quizá porque le aporta un detalle que le hace especial, no sé, pero yo ahora mismo no lo quitaría.

No suele suceder que una letra me llame tan poderosamente la atención que me haga cambiar la percepción de un tema (aunque el año pasado me sucedió con "House with No Door"), pero a veces sucede. "Brown-Eyed Women" ha sido desde que la descubrí una de mis canciones favoritas de Grateful Dead, pero lo que me hizo cogerle un cariño especial son estos versos que siempre me han encantado:

Snowed so hard that the roof caved in.
Delilah Jones went to meet her God,
And the old man never was the same again.

No me pregunten por qué, pero siempre he adorado esta parte (especialmente lo de "And the old man never was the same again" que desprende una melancolía que me encanta), y más cómo queda con la melodía.

Los herederos de Jerry García me han dicho que deje de poner tantos vídeos de esta canción en mi blog, pero no me intimidarán.

Y por último. ¿no les pasa a veces que de una canción lo que más les llama la atención es un instrumento que realmente no es el que más sobresale o en el que uno no debería fijarse? A mí me pasa mucho con las baterías, al sentir cierta debilidad por ese instrumento. Un ejemplo personal para cerrar con el mismo grupo que empecé: "In the court of the Crimson King" de King Crimson. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Clapton el perezoso

Como ustedes sabrán, Clapton es de esos músicos que en ciertos círculos no goza de muy buena reputación por su aburrida carrera en solitario en la que no dudó lo más mínimo a la hora de abrazarse a los sonidos más terribles de los 80. Es por ello que a menudo suele plantearse la siguiente pregunta: si hubiera sido Clapton quien hubiera muerto en 1970, justo después de publicarse Layla, en vez de Jimi Hendrix, ¿de qué estatus gozaría hoy día? Pues ni más ni menos que el de Dios. Porque si ya en esa época se decía que Clapton is God, imaginen si además se hubiera muerto con una inmaculada carrera que finaliza con su obra cumbre y uno de los mejores discos de blues-rock (¿o el mejor?) de la historia. Nos pasaríamos horas disertando sobre qué prometedora carrera habría llevado en los 70, siguiendo los pasos del Layla, daríamos por hecho que como buen purista en los 80 no se habría vendido miserablemente y lamentaríamos profundamente la muerte de la que iba a ser una de las mejores carreras de la historia del rock. Pero, amigos, la realidad ha resultado ser diferente.

 Una de mis biografías de rock favoritas

Leyendo su autobiografía una de las conclusiones que saqué es que la carrera de Clapton es así en gran parte porque es un perezoso, tal cual suena. No era así en sus inicios, cuando sentía la pasión por el blues, un género por entonces poco conocido y hacia el que sentía sincera devoción. Ese es el Clapton que yo, y espero que todos, respetamos profundamente. El que abandonó los Yardbirds por dejar de lado la pureza del blues. El que renovó el género con esa piedra angular que es su disco con John Mayall. El que revolucionó el mundo del rock con Cream. Ese es el Clapton activo e inquieto al que respeto. Pero después de Cream empecé a notar en su libro cierta dejadez en el Clapton de esos años.

El primer signo de alarma es Blind Faith, una banda que formó con Steve Winwood de forma informal para huir del éxito de Cream que acabó convertida en otro supergrupo. Cuando la cosa se le fue de las manos, Clapton se desentendió un poco del grupo dejando todo el peso en el pobre Winwood, algo que por cierto ya había hecho en los últimos tiempos de Cream, dejándose llevar una vez el grupo dejó de interesarle... pero ahí podía tener la excusa de estar atrapado en un vorágine de la que era difícil escapar. No obstante Blind Faith partía de cero, y una vez se apartó de lo que él esperaba, se desentendió. 

Delaney & Boney le hicieron recuperar temporalmente el norte insistiendo en que debía explotar su talento, de ahí nacería su debut en solitario y el disco de Derek & The Dominos. Este álbum es para mí su obra cumbre, y creo que Clapton jamás volvió a tocar como ahí ni que nunca volvió a componer temas tan buenos. Y lo atribuyo a que fue la última vez en que tuvo que esforzarse de verdad. No era una superbanda en la que podía ocultarse cediendo el mando a Jack Bruce, Ginger Baker o Steve Winwood, tenía que ser él el que diera la cara. Por otro lado, como Duane Allman colaboró en la mayoría de temas, Clapton se veía obligado a dejarse la piel para no quedar sepultado en su propio disco. Eso sumado a los excelentes músicos que le acompañaban dio como resultado esa maravilla. En vivo Clapton se dejaba la piel (escuchen sino su Live at Fillmore) y debía interpretar con una guitarra lo que en un disco hacían dos. El público comparaba sus directos con los de Cream y debían estar a la altura. Por ello Eric jamás estuvo mejor: debía esforzarse de verdad y además estaba haciendo algo en lo que creía.

Clapton debatiendo sobre su futuro con Ron Wood y dos asesoras
Pero, ah amigos, ¿qué sucedió? Los excesos de drogas acabaron con él y le hicieron apartarse unos años de su carrera. Cuando se recuperó, había perdido la práctica a la guitarra. Y aquí volvió a entrar en escena el Clapton más acobardado, el que quiere esconderse, en este caso de sí mismo, del Clapton guitar hero que deslumbraba al público al que él ya no podía emular. Las expectativas ante su retorno eran enormes, y él estaba muerto de miedo por ello. Su solución fue renunciar a su faceta guitar hero y querer convertirse en un "músico de canciones". Su disco de retorno 461 Ocean Blvd se apartaba de su vena más blues y guitarrera pero salió bien, fue todo un éxito. Y a partir de aquí Clapton eligió este sendero fácil.

Ya es cosa de cada uno juzgar si ese camino era realmente sincero o si era una escapatoria fácil, pero la impresión que me da su autobiografía es que es una mezcla de los dos en que lo segundo tiene más peso y sirve para esconder que realmente no podía ser como antes. Clapton a partir de entonces parecía huir de esa faceta de guitar hero, casi renegando de ella. Cuando Clapton repasa en su libro los discos de esos años y los voy tanteando, me suenan a músico acomodado, aún cuando sean buenos álbums. La sensación que me da es Eric rodeándose de excelentes músicos y dejándoles hacer. En directo se cubría con una muy buena banda en que, por primera vez, contaba con un segundo guitarrista... ¿para qué? Bueno, ya imaginaréis cual es mi teoría al respecto. También dice en su libro que algunos temas se los dejaba cantar a sus coristas porque eran cantantes excelentes y por ello cada vez les daba más protagonismo, pero aunque suene a un gesto honrado yo creo que era su forma de huir de su responsabilidad.

Lo peor es cuando Clapton habla de su etapa en los 80 y menciona discos que no le gustaban mucho pero de los que tocaba varios temas en vivo porque tocaba promocionarlos. Estos detalles denotan un pasotismo alarmante, un músico que simplemente cumplía su cupo de grabar disco y girar, que seguramente disfrutaba haciéndolo, pero ya no se dejaba la piel en ello.

No fue hasta los 90 cuando volvió a despertarse y recobrar cierto interés por hacer lo que a él le parecía. Fue entonces cuando grabó su Unplugged y su primer disco de blues en mucho tiempo. Vaya, después de todo seguía gustándote el blues, ¿no? Incluso su disco Pilgrim aunque no me guste lo más mínimo lo respeto, porque fue una apuesta arriesgada en la que nadie confiaba y a la que él se abocó por completo porque creía totalmente en ella. Desafortunadamente después de ese álbum parece que ha vuelto a acomodarse con el agravante de proponerse hacer que las portadas de sus últimos discos sean cada vez peores (vean la portada de los dos últimos).

Soy Eric Clapton y mi hija pequeña ha diseñado la portada de mi nuevo disco.

Los más fanáticos suyos mientras tanto se esfuerzan en oír esos discos con la leve esperanza de volver a escuchar al Eric de antaño y celebrando los pequeños detalles en que se oye levemente su guitarra. No se engañen, el Eric de antaño no volverá. De hecho yo creo que el Clapton al que admiro desapareció con el Layla. Este verano he escuchado por primera vez el 461 Ocean Blvd y mis expectativas eran tan bajas pese a su fama que me ha animado descubrir que es un buen disco. De hecho lo poco que he escuchado de discos posteriores no es malo, simplemente no tiene la magia de antaño. Quizá su autobiografía tenga la culpa de que desconfíe de él, porque aunque él no pretenda dar esa sensación a mí me parece que son discos fruto de esa pereza. Y eso viniendo de un músico tan prodigioso es imperdonable.
Quizá me equivoque por completo, este texto es solo una impresión personal. Pero si tengo razón, tengo una nueva pregunta con la que complementar la hipotética muerte de Clapton de 1970. ¿Y si Clapton hubiera seguido vivo pero con la misma ilusión y ganas de antaño? ¿Sus discos serían iguales a los que ha acabado haciendo o tendría una carrera mucho más rica y apasionante? Nunca lo sabremos...

sábado, 15 de febrero de 2014

The Damned - Strawberries (1982)


Atención, antes de que empiecen a leer la reseña y a juzgar si mis argumentos les convencen o no, antes de todo eso, sigan mi consejo: escuchen este disco. Simplemente escúchenlo, antes incluso de que les diga por qué, HÁGANLO. Ya.

En serio, les aseguro que este es uno de los ejemplos más flagrantes de disco genial infravalorado e injustamente olvidado. Es de esos álbums de los que nunca había leído ninguna referencia (sencillamente ni sabía que existía) y que cuando lo escuché, no sé bien por qué ya que The Damned no es un grupo que me interese, me impresionó y me dio esa sensación de "¿cómo puede ser que no se hable más de algo tan bueno?". Y eso demuestra una de las grandes bondades de internet, permitirnos explorar en discografías y obras de bandas que en circunstancias normales nos dan relativamente igual. ¿Por qué iba a escuchar yo un disco ochentero de The Damned que ni siquiera solía ser mencionado? Internet te permite que una mera referencia o simplemente una portada que te caiga en gracia te lleve a escuchar ese disco por simple curiosidad en unos minutos. En la mayoría de casos no funciona, pero cuando sucede, es algo fantástico.

Pasemos al disco. En cierto modo entiendo que esté olvidado porque se trata de una obra hecha por una banda punk que no suena nada a punk. Consecuencia: los fans del grupo seguramente no la preferirán a su mítico debut o el Machine Gun Etiquette, mientras que el oyente potencial de un disco así (por ejemplo yo) no lo conocerá porque no se habrá molestado en indagar en la discografía de The Damned más allá de los dos discos míticos. El caso es que The Damned pasaron de ser una las bandas punk inglesas por excelencia a cambiar hacia otro tipo de sonidos. Su disco The Black Album (1980) ya daba indicios de ello conteniendo incluso un tema de 16 minutos.

Esa es una faceta que siempre me ha hecho gracia del punk, la diferencia entre el tópico-mito y la realidad. Ya dije algo al respecto en su momento, pero lo que me ha acabado cansando con el tiempo es la versión oficial de que el punk acabó con el rock pomposo y artificial devolviendo el rock a su pureza, a canciones sencillas y directas rabiosas de 2 o 3 minutos. No tengo nada contra esa historia salvo que a medida que he ido aprendiendo más me va pareciendo más una construcción que una realidad. Quiero decir, fíjense en The Clash, la banda punk por excelencia respetadísima por todos. Sus discos no dejan de estar repletos de temas de rock clásico que encajarían dentro de los de otras bandas anteriores salvo por su producción tan desnuda y su forma de interpretarlos (fíjense por ejemplo en algunos temas del debut como "Polices & Thieves" o "Remote Control"). Y, lo mejor, su tercera obra es un disco ¡¡doble!! ¿No habíamos quedado en que el punk eran canciones sencillas y directas? ¿Qué es eso de sacar un disco doble que incluye además otros instrumentos? Y bueno, lo de Sandinista creo que habla por sí solo. No lo digo como algo malo o echándole algo en cara a The Clash, al contrario, les tengo un enorme respeto por ello (y al igual que yo, imagino que la mayoría de sus fans), el problema es que simplemente no encaja con la definición oficial de lo que se suponía que fueron los bandas punk, cuando a la práctica ellos mismos se deshicieron de esos tópicos para evolucionar musicalmente hacia donde les apetecía.



Volviendo a The Damned, a ellos les sucedió lo mismo (díganme en el anterior vídeo que diferencia hay entre el solo de guitarra de Captain Sensible y el de las bandas setenteras de rock clásico que los punks odiaban). En sus discos de los 80 los teclados empezaron a cobrar una importancia fundamental, y para cuando sacaron Strawberries ya no quedaba ni rastro de punk salvo en su tema inicial. Principalmente se les asociaba con la música gótica (influenciaba mucho las pintas de su cantante Dane Vanian), pero en realidad hay de todo un poco, con temas más atmosféricos conviviendo con otros de estilo más clásico y acompañamientos puntuales de instrumentos de viento.

Pasando a los temas, a mí el que más me chocó en la primera escucha fue "The Dog" por ser algo que no esperaba por completo, una canción de 7 minutos apoyada en el piano, la voz de Vanian y una atmósfera siniestra que empapa todo el álbum. En esa línea creo que hoy día prefiero "Under the Floor Again", fácilmente la mejor canción del álbum, con un toque de sitar maravilloso y muchos pequeños momentos musicales que se quedan en la memoria (la melodía de "Won't say a word..." o el solo de guitarra de Captain Sensible al final). Solo un tema compite para mi gusto con éste que es "Stranger in the Town", un tema de rock clásico que me vuelve loco, con una melodía sencilla que no consigue cansarme y un acompañamiento de trompetas imprescindible (y lo dice alguien que normalmente no puede disfrutar de las canciones que se apoyan en ese instrumento).

En cuanto a temas más sencillos y pegadizos, "Generals" y, sobre todo, "Bad Time for Bonzo" no deberían decepcionar a nadie y son terriblemente pegadizos (el segundo en concreto es deliciosamente adictivo). Del resto no hay ninguno que me sobre, solo me salto siempre el inicial "Ignite" quizá porque es el que más rompe con el resto en estilo pero merece la pena ni que sea por el trabajo de guitarra.

sábado, 8 de febrero de 2014

Rush - Beyond the Lighted Stage


Rush es de esos grupos de los que no soy fanático pero que me caen simpáticos. No lo digo en plan condescendiente dando a entender que son simplemente una banda "simpática y agradable", sino que aún reconociendo su grandeza y su innegable importancia, nunca he sido un fan auténtico de ellos. Me gustan los discos suyos que tengo de los 70, pero no creo que ninguno sea una obra cumbre del rock, lo cual no quita que me parezcan muy buenos. Digo esto más que nada porque este trío canadiense es de esos grupos que cuentan con una legión de fanáticos que los venera de una forma increíble. Bien, yo no soy de esos, así que mi opinión de este documental no es la de un fanático contemplando un documental sobre SU banda, sino la de un fan más circunstancial.

Como casi todo documental de leyendas del rock, Rush es un film dedicado a alabar a sus protagonistas y narrarnos su historia como el clásico relato de jóvenes humildes y ambiciosos que alcanzan el estrellato. Pero aunque nos sabemos ya de qué va la cosa, sigue siendo un documento entretenido y emotivo, incluso para los no-fanáticos como yo.


Rush parecen buena gente
La premisa básica sobre la que se sustenta es ni más ni menos mostrarnos cómo Rush es de los pocos grupos que han aguantado más de 30 años de carrera haciendo siempre lo que les ha venido en gana y, aún así, manteniendo su éxito. Sin el apoyo de la crítica y arriesgándose a perder fans por el camino. El caso más paradigmático es el fracaso de su tercer disco Caress of Steel tras el cual decidieron jugársela con 2112 en vez de volver al sonido simple de sus primeros discos mejor recibidos por el público.

Sin embargo aquí debo hacer un matiz y es que ciertamente sus diversos cambios de sonido comportaron perder a fans por el camino, pero fueron cambios que no les llevaron hacia rock experimental sino hacia el pop de sintetizadores que tanto se llevaba en los 80. Por ello no creo que su camino fuera TAN arriesgado a esas alturas... obviamente perdieron fans y lo sabían, pero a costa de meterse en un estilo que les abría a un público mayor, y eso es algo en lo que obviamente no se incide mucho en la película. A cambio, sí que creo que ese paso al pop de sintetizadores fuera honesto, me creo al bajista y teclista Geddy Lee cuando dice que para él esos sonidos eran la senda a seguir, y de hecho incluso el batería Neil Peart dice algo que para mí es una barbaridad, y es que los Rush propiamente dichos empiezan a partir de Moving Pictures (!!), lo cual deja de lado sus discos de los 70.

No obstante, por una vez compro la historia, aunque no me gusta nada su etapa ochentera creo que Rush han sido fieles a hacer lo que querían incluso aunque se equivocaran, y eso no es poca cosa en este mundo. Además son de los pocos ejemplos que conozco de grupos que no han cambiado de componentes tras tantos años y que no han tenido peleas internas que yo sepa. Es por eso que a algunos quizá les decepcione el documental, al no tener nada del morbo asociado a las grandes bandas del rock (excesos con mujeres y drogas, peleas a puñetazos entre ellos, etc.), sus protagonistas parecen más bien tres freaks que se han convertido inesperadamente en tres respetables millonarios haciendo su música, que no por ello dejan de bromear constantemente (es impagable ver como Neil y Alex se pasan todo el documental tomándose el pelo continuamente, igual que cuando eran compañeros de clase).


En el documental ellos mismos reconocen que a veces no acertaron con las pintas que llevaban..

Es por ello que cuando sale a la luz el único suceso realmente dramático de su historia impacta tanto. La muerte de la hija y la esposa de Neil Peart en unos pocos meses de tiempo fueron lo único que casi propició la separación del grupo, y es una desgracia que se nos hace real porque no sucede en un contexto de músicos que viven al límite sino de tres personas normales y corrientes. La explicación de Neil sobre cómo logró superar ese duro momento de su vida creo que es uno de los instantes más conmovedores y humanos que he visto relacionados con el rock, sobre todo por la franqueza y ausencia de dramatismos con que habla del tema.

Por todo esto, Rush es uno de esos documentales que consigue llegar tanto al fanático de la banda que se conoce la mayoría de hechos como a los fans más casuales como yo. Al acabar de verlo no pude evitar sentir aún más simpatía hacia estos tres tipos, a los que sigo sin considerar genios del rock, pero que resultan entrañables con su irresistible sencillez y sentido del humor, que contrastan con la enormidad de su carrera.

domingo, 2 de febrero de 2014

John Fogerty, su carrera en solitario y sus derechos de autor


John Fogerty es en mi opinión uno de los grandes casos de la historia del rock de carrera en solitario que no ha estado a la altura de las expectativas. Sus choques con la industria discográfica sumados seguramente a motivos personales que desconozco han hecho que su discografía en solitario no tenga la brillantez que uno esperaría del líder de un grupo como la Creedence Clearwater Revival. Es cierto que sus compañeros de CCR eran grandes músicos, pero él era el líder absoluto y compositor de decenas de temazos que se sacó de la manga uno tras otro en 3 años. A principios de los 70 la separación de la Creedence me habría apenado pero no me parecería dramática pensando que nos quedaba por delante la brillante carrera de Fogerty.

Uno de los aspectos que hizo que su carrera en solitario fuera tan extraña es el hecho de que en directo se negó a tocar temas de la Creedence hasta bien entrados los 90, una decisión ciertamente extraña.

Hay varios motivos para ello, uno es que Fogerty buscaba obviamente romper con el pasado y apostar por su futuro en solitario, pero otro eran los malos recuerdos que le daban esos temas. Para poder escapar del contrato discográfico que tenía con Fantasy, Fogerty tuvo que hacer algo extremadamente doloroso: renunciar a los derechos de autor de sus temas y cederlos al jefazo de Fantasy, sólo de esta forma accedió a liberarlo. Durante décadas, Fogerty no cobró los derechos de autor que le pertocaban por culpa de ello, y fue un tema que obviamente le quemó bastante y que tuvo consecuencias bizarras como ser denunciado porque un tema suyo en solitario plagiara uno suyo de la Creedence.

Solo en un par de ocasiones Fogerty rompió con su idea de no tocar temas de la Creedence. Una de ellas fue en un concierto que dio a finales de los 80 para veteranos de guerra, la otra cuando la Creedence entró en el Rock N Roll Hall of Fame (haciendo el feo, eso sí, de no interpretarlos con sus compañeros, ya que estaba enfadado con ellos por temas legales).

Pero la revelación le llegó en los 90 visitando el Mississippi y la tumba del legendario bluesman Robert Johnson. En ese contexto le vino una idea a la cabeza: ¿a día de hoy quién se estaba llevando las ganancias por derechos de autor de ese bluesman fallecido más de 50 años atrás? Esa reflexión le llevó a darse cuenta de que eso no importaba, que la clave es que esos temas pertenecían en espíritu a su autor al margen de quien tuviera los derechos. Por tanto, esas canciones de la Creedence aunque no fueran suyas legalmente, sí que lo eran a nivel personal, eran SU obra. Quizá es una obviedad, pero Fogerty lo vio claro entonces.

A partir de aquí en sus conciertos incluyó siempre un porcentaje altísimo de temas de la Creedence para regocijo de sus fans, alternados por supuesto con canciones de su carrera en solitario. El círculo se cerró cuando en los 2000 pudo recuperar los derechos de autor de sus temas de la Creedence. A raíz de eso, se han reeditado todos sus discos con Bonus Tracks y presentaciones curradas como Dios manda. Si alguien está en contra de las reediciones sacacuartos supongo que aún así entenderá que en este caso, está más que justificado, ya que Fogerty está recuperando lo que le pertocaba y le habían negado durante 30 años.