lunes, 30 de octubre de 2017

Heavenly wine and roses



Que "Sweet Jane" de la Velvet Underground es una de las mejores canciones de la historia del rock, es algo que doy por hecho que nadie en su sano juicio negará, a no ser que tenga un gusto pésimo o, sencillamente, sea muy mala persona. Un riff absolutamente clásico, una buena melodía que invita al optimismo, esos gritos de "Sweet Janeeee", toda ella invita al buen rollo.

Como seguramente sabrán, "Sweet Jane" fue el primer hit que tuvo el grupo después de años en el ostracismo... un hit que llegó muy tarde, puesto que Lou Reed ya había dejado la banda, pero no obstante la incorporó desde siempre como un tema fijo de sus setlists.

La canción, al igual que le sucede a muchos temas de la Velvet, ha tenido numerosas variaciones. En algunos directos de la época, Lou la toca en un tono mucho más lento, mientras que en contraste, en el famoso directo suyo en solitario Rock 'N' Roll Animal la toca en versión hard-rockera. Ambas versiones molan pero no igualan la magia de la de estudio.


No obstante, hay un detalle de la canción que me llama la atención y es el puente que hay justo antes del estribillo final, aquel en que Lou canta "Heavenly wine and roses. Seems to whisper to her when he smiles". Es una parte de la canción que me encanta pero que, no obstante... ¡no está en la versión de estudio del Loaded ni en la del single! Y en cambio en todos los directos de la Velvet de la época, Lou cantaba esos versos, ¿qué sucedió con ellos en la versión de estudio?

Resulta que en la época en que se estaba ultimando Loaded (1970), Lou Reed acabó dejando la Velvet Underground para volver a casa de sus padres. Quien quedó al mando del grupo fue el bajista Doug Yule, que se encargó de realizar las mezclas finales del álbum, grabar los instrumentos que faltaban y hacer creer a todo el mundo que el disco era obra suya. Cuando Lou escuchó el resultado final se puso furioso con Doug porque no mezcló algunas canciones como él quería, y entre los cambios que más le cabrearon estuvo que Doug suprimiera los versos de "Heavenly wine and roses" en "Sweet Jane".

Es fácil echarle la culpa a Doug, quien tiene toda la pinta de ser el culpable, pero éste siempre se ha defendido diciendo que Lou ya los había suprimido en esa versión de estudio antes de marcharse, ya que quería que la canción fuera un single más compacto. Tenemos como argumento en su contra que incluso la versión del Max Kansas City, el último concierto que dio Lou con la Velvet, incluye esos versos. Tenemos como argumento a su favor que luego en su carrera en solitario, Lou casi nunca ha cantado esa parte en directo ni ha incluido la versión de la canción que los incluye en ningún recopilatorio. Lo cual quiere decir que seguramente no le importe tanto. Pero es una pena porque yo adoro esa parte, para mí es un puente perfecto.

Por suerte, la versión que siempre he tenido del Loaded es una edición especial que incluye la versión completa de "Sweet Jane", y es por tanto la que he oído casi siempre. A día de hoy sería incapaz de oír la canción sin su vino y rosas. ¿Quién puede renunciar a unos versos tan bonitos después de haberlos descubierto?


domingo, 22 de octubre de 2017

The Rolling Stones - Estadi Lluís Companys (Barcelona), 27 de septiembre del 2017



Vi a los Rolling Stones el 2003 en la gira del Forty Licks, y lo recuerdo como uno de los conciertos que más me impactó en aquellos años. Era mi primer concierto de estadio y además me permitió ver de cerca a algunos de los rostros más icónicos de la historia del rock. ¿Cómo no quedar marcado por algo así? Por aquel entonces ya existía la sensación de que no les quedaba mucho más, no porque no estuvieran en plena forma, sino por temas de edad. Quizá una o dos giras más a lo sumo. Y aquí estoy, catorce años después reencontrándome con ellos incluso con la misma camiseta que llevé en aquel lejano 2003.

¿Qué ha sucedido de mientras en el universo Stone? Un disco de estudio bastante decente - A Bigger Bang (2005) - al que le siguió una gira frustrada hacia la mitad por el famoso incidente de Keith Richards con un cocotero. El concierto en Barcelona quedó cancelado, y de esta forma mi entrada del que debía ser mi segunda cita con los Stones sigue intacta en mi casa. Cuando volvieron el 2007 no repetí: estaba pelado de dinero y me decanté por otros conciertos más asequibles. Dicho tour hispano en realidad no dejó muy buen recuerdo: extrañamente en algunos de los recintos quedaron muchas entradas por vender (quizá por el elevado precio y la espantada del año anterior) y según dicen Keith Richards estaba flojísimo.

Lo mejor de la gira del 2007

Diez años después solo nos han deparado otro disco de estudio de versiones de blues y una visita a Madrid. Desde hace ya un año no obstante empezaron los rumores de que los Stones darían una fecha en Barcelona, que al final se alargaron tanto que se les dejó de dar crédito. Y entonces, por sorpresa, meses después estalla la noticia en pleno Mayo: una minigira europea que recala por aquí la última semana de Septiembre. Solo dos días después me iba una semana de viaje, me vino de un pelo volver a perdérmelos. En esta ocasión parecía que el destino me sonreía.

¡Qué contraste el tema de las entradas respecto a su gira del 2007 con tantos asientos vacíos! A día de hoy la adquisición de entradas para cualquier grupo dinosáurico es una batalla campal que implica peleas contantes con páginas de ventas de entradas, colas virtuales, sufrimiento y, para rematar, unos gastos de comisión insultantes. Permítanme una pequeña comparativa de precios en tres conciertos de los Stones para unas entradas situadas en el mismo sitio:

  • 2003: 44 euros.
  • 2007: 81 euros.
  • 2017: 136 euros.
¿Saben qué significa esto? Significa que estuve dudando hasta el último momento sobre si ir o no porque, aunque podía permitirme ese precio, me parecía un insulto. Y significa que, en vista de cómo cada vez nos fastidian más a los fans con nuevos inventos para sacarnos dinero (lo último es el famoso "Golden Circle" a precio de oro para estar en las primeras filas, cuando de toda la vida el espacio cerrado delante del escenario era para los que tenían entradas de pista y llegaban antes) un servidor va a empezar a despedirse del rock de estadio. No voy a engañarles tampoco. Mis grupos de estadio favoritos están ya en edad de jubilarse o, directamente, palmarla, y sus sucesores (Muse, Coldplay, Foo Fighters) no son lo mío. Pero el matiz está en que me alegro de que sea así y de poder bajarme de este circo... en unos años. En todo caso, conseguí mis entradas con una rapidez y facilidad tan pasmosa que entendí que realmente el destino quería que viera otra vez a los Stones.


La absoluta desorganización y caos que hubo a la hora de hacer cola al mediodía fue algo que pocas veces he visto y que se hizo salvable por tener lugar en Septiembre, con un tiempo agradable. No quiero ni imaginarme eso en verano. En mi vida he pasado tantos controles de seguridad ni me habían pedido que vaciara mis bolsillos por bultos tan pequeños como mi reproductor de mp3 o los tapones para los oídos. Supongo que los recientes atentados en Barcelona tienen algo que ver.

Lo importante es que conseguimos estar cerca del escenario para ver a los Rolling Stones en la que, esta vez me temo que es bastante probable, quizá sea la última oportunidad de escucharles. El elevadísimo precio de las entradas no se vio reflejado en los teloneros, que en el 2003 era una banda de bastante caché como los Pretenders y en este caso era un grupo nacional, los Zigarros, que si bien sonaban entretenidos, tampoco me mataban y dudo que tuvieran ni la mitad de caché que la banda de Chrissie Hynde. De modo que ese incremento del precio no ha ido a los teloneros, no.



Con quince minutos de retraso, el concierto dio inicio con "Sympathy for the Devil", que jamás me imaginé como tema inicial, salvo por lo apropiado del verso inicial de "Please allow me to introduce myself". Y experimenté una vez más algo que supongo que se irá perdiendo cuando pueda dejar de ver a estos grandes grupos clásicos: el impacto de ver que son reales, que están ahí. Ver a un Mick Jagger de carne y hueso contoneándose de forma tan característica a unos metros de ti. A Keith, Ron y Charlie, tal y como hemos visto cientos de veces en fotos, ahí, tocando sus instrumentos en vivo para nosotros.

Pero también se hizo evidente algo, una sensación que se mezclaba con el entusiasmo de ver a los Stones y disfrutar de este cancionero impecable en vivo: la constatación de que Keith no estaba fino. Que tal y como me temía por lo que había leído, desde el incidente cocotero no había vuelto a recuperar del todo la forma. Si preguntan a cualquiera que fue a este concierto, habrá divergencias en algunos aspectos pero todos coincidirán en lo mismo: fue de menos a más. Los primeros temas, Richards no acabó de entrar en el concierto. Temas tan infalibles como "Sympathy for the Devil" o "It's Only Rock N Roll" se sostenían por el resto de la banda, pero cuando Keith intentaba hacer el solo era notorio que la cosa no funcionaba. Para mí el concierto empezó a encarrilarse de verdad con la tercera canción, "Tumbling Dice", la primera que sonó realmente fantástica, y se sostuvo un poco con las acertadísimas versiones de blues o un "Paint It Black" en que Richards, esta vez sí, hizo un muy buen trabajo a la guitarra.

No me malinterpreten, tampoco pretendo decir que Richards lo hiciera mal, simplemente era totalmente inestable. A veces acertaba por completo y otras no daba ni una, justificando su presencia más por el carisma que emana con esas pintas de pirata envejecido que por sus dotes de guitarrista. Cuando a medio concierto Mick presentó a la banda, Keith fue paradójicamente (o no tanto) el que más aplausos se llevó, pero luego en vez de dar las gracias y ponerse a cantar sus dos temas, se quedó un rato extrañamente largo ante el micrófono sin decir nada. No se sabía si es que estaba alargándose a propósito o si estaba tan emocionado que no se podía saber cómo iba a reaccionar, como si estuviéramos ante uno de esos abuelos ya algo gagás e imprevisibles. En cierto modo, esto hizo que el concierto tuviera algo más de autenticidad. El show del 2003 fue impecable rock de estadio sin apenas fallos pero también sin espontaneidad; en esta ocasión el concierto fue más imperfecto pero también, por ello, más humano y con un punto de imprevisibilidad que nunca le va mal al rock (otro detalle a reseñar es que en esta ocasión hubo poquísimos efectos escénicos, parece que en estos últimos tours los Stones prefieren centrar la atención en la música).



En todo caso, parece que Keith está monopolizando mi reseña, y es una gran injusticia, porque precisamente los otros Stones sostuvieron de forma impecable el resto del concierto. Ron Wood se destapó como un guitarrista increíble aún más que en el 2003, quizá para compensar los fallos de Keith. Cuando se lanzaba a hacer uno de sus solos era una gozada escucharle. Y además transmitía un entusiasmo contagioso, siempre sonriente, saltando, bailando y en permanente complicidad con el público. Al entrar en los Stones, Ron perdió la oportunidad de una carrera que demostrara todo su potencial como guitarrista, pero a cambio se nota que éste es su trabajo soñado y que no lo cambiaría por nada en el mundo.

Sobre Mick Jagger no creo que haga falta decir nada porque ya nos conocemos la historia: que sencillamente no es normal que un tipo de 74 años esté tan en forma y que consiga moverse y bailar con tanta soltura, haciendo gestos que si los llevamos a cabo el común de los mortales quedan ridículos pero si los hace él son lo más guay del mundo. Que es uno de los más grandes frontmen de la historia con una habilidad pasmosa para entretener, llevar adelante el concierto y tener el público en la palma de la mano. Y que esos tics típicos de rock de estadio de los que tanto nos burlamos seguramente los acabaremos echando de menos cuando él ya no esté: "Estic molt content de tocar aquí", "Hace 10 años que tocamos aquí y lo echamos de menos", "Sou uns malparits" y el más extraño de todos, "Avui he menjat botifarra i trinxat" (¿?).



Y por supuesto, Charlie, el eterno Charlie Watts que siempre se da por hecho que está ahí y al que no se recuerda tanto como merece. Un batería magnífico que a sus 76 años es capaz de llevar adelante dos horas y cuarto de concierto sin equivocarse ni una sola vez y tocando con mucha contundencia cuando el tema lo necesita. Es el gran tapado, sobre todo porque él lo quiere así, pero no hay que dejar de tenerle presente.

En lo que respecta al resto de la banda, Darryl Jones tuvo un momento de pleno lucimiento con el solo de bajo en "Miss You" y me hizo especial ilusión escuchar a un ex-Allman Brothers como Chuck Leavell al teclado. En cambio, eché de menos a Lisa Fischer como corista femenina, la que traían en esta ocasión no me gustó cómo hizo "Gimme Shelter", dándole un toque excesivamente chillón.

En cuanto al repertorio, al ser el disco más reciente uno de versiones de blues, los temas "nuevos" eran viejos blues que siempre quedan bien tocados por ellos, y el resto como era de suponer fue una sucesión de clásicos del repertorio stoniano, combinando los temas que sabemos que van a caer siempre con unas pocas sorpresas. Entre ellas, dos temas más del Exile a parte de "Tumbling Dice" como "Rocks Off" (votada por los fans en una encuesta online entre las que estaban a elegir "Bitch", "Live with me" y "All Down the Line") y "Happy", en la que Keith casi no cantaba pero se compensaba por el enorme trabajo de Ron a la steel guitar. El segundo tema que cantó Keith fue el único de todo el repertorio que para mí flojeó: la balada "Slipping Away", que no obstante es un tema fijo en las giras stonianas. Es el precio a pagar, uno ya sabe desde hace años que Keith cantará esa balada pero a cambio también un clásico stoniano.



El resto de mis momentos álgidos a parte de los mencionados serían "You Can't Always Get What You Want" con un Ron absolutamente pletórico, "Honky Tonk Woman" y, el momento cumbre de la noche por unanimidad, "Midnight Rambler". Solo por esta canción valió la pena el precio de la entrada y toda la cola. Fue la que más eché en falta el 2003 y sonó tal y como esperaba que fuera: sucia, con un trabajo extraordinario de Mick a la armónica, con un solo apabullante de Ron, Charlie manteniendo el peso del tema con contundencia y con un pequeño juego de voces entre Mick y el público. Descomunal, ni el mayor hater de los Stones puede negar que, al menos en esos minutos, suenan increíbles.

Sé que en muchos sectores de aficionados al rock es mucho más fácil criticarles por lo que son hoy día (y que incluso en bastantes aspectos tienen razón), pero realmente los echaré mucho de menos cuando ya no estén dando guerra.

Sympathy for the Devil
It's Only Rock 'n' Roll (But I Like It)
Tumbling Dice
Just Your Fool
Ride 'Em on Down
Under My Thumb
Rocks Off
You Can't Always Get What You Want
Paint It Black
Honky Tonk Women
Happy
Slipping Away
Miss You
Midnight Rambler
Street Fighting Man
Start Me Up
Brown Sugar
Jumpin' Jack Flash

Gimme Shelter
(I Can't Get No) Satisfaction

sábado, 23 de septiembre de 2017

Yo y Yes (Yes y Yo)

Extrañamente este mes de septiembre me ha sorprendido en una de las mayores rachas de enganche a ese grupo conocido como Yes y se me ha ocurrido hacer un poco de retrospectiva sobre mi relación con ellos a lo largo de mi vida.



 Yes nunca han sido de mis bandas favoritas aunque los considero que juegan en la liga de grandes del progresivo y siempre he tenido un gran respeto por ellos. Mi primera toma de contacto fue a lo grande, con el tema "Close to the Edge", y la culpa la tuvo una web de rock progresivo que cada mes seleccionaban una pieza esencial del género (gracias a ellos llegué también a joyas como "Supper's Ready", "Still Life" o "Starless"). Me sonaba el grupo pero no había oído nada de ellos, y ahí decían que ésta era una de las más grandes composiciones del género, así que, ¿a qué esperaba?

La primera escucha de esta obra maestra me dejó tan impactado que es de esos casos en que recuerdo perfectamente el momento, el lugar y las sensaciones de esa primera toma de contacto. Por entonces debía tener unos 14 o 15 años, no estaba muy versado en rock progresivo y era más impresionable, pero es que además era un tema tan jodidamente bueno que me quedé casi literalmente boquiabierto: esa parte inicial con ese estilo tan raro que no era incapaz de ubicar, la magnífica melodía (y la voz, la voz de Jon Anderson, que me encandiló desde el principio); la parte central de "I get up, I get down", desde siempre uno de mis momentos favoritos del rock, y el espectacular clímax. Todo. ¿Cómo resistirse a eso?

Rick Wakeman, su melena rubia, su capa y sus mil teclados. Aunque más que un miembro fijo del grupo era alguien que entraba y salía, es inevitable asociar esta imagen con la iconografía de Yes.


Pasó un tiempo hasta que decidí a bajarme el resto del disco, y seguramente como tenía las expectativas tan exageradamente altas con el tema homónimo, el resto de Close to the Edge (1972) inicialmente no me impresionó. Siempre me gustó la preciosa balada "And You and I" pero fue a más con el tiempo, e inicialmente no me entraba "Siberian Kathru", pero también fue cosa del tiempo. Hoy día es de mis discos favoritos.

No obstante, los amigos Yes se quedaron muy atrás en mi discografía respecto a otros grandes del prog, y la culpa es de un disco: Fragile (1971). En todos lados decían (y dicen) que es una de sus obras maestras, y lo escuché con muchas expectativas que esta vez ni se acercaron a la realidad. Sigo considerándolo un disco extrañamente sobrevalorado, con algunos temas muy buenos ("Roundabout" y "South Side of the Sky", mi predilecto del disco), otros bastante buenos y varias piezas breves que son puro relleno. ¿Esto es lo mejor que podía ofrecerme Yes? Sé que no tiene sentido pero por culpa de este disco los tuve olvidados durante años, teniendo aún grandes discos por descubrir de gente como King Crimson, Genesis o Pink Floyd.

El punto de inflexión que me hizo volver a ellos tuvo lugar varios años después cuando en casa del hermano mayor de una amiga encontré el Yes Album (1970) y pensé "Bueno, a ver qué tal". Desde la primera escucha me reconcilié automáticamente con Yes: "Yours Is No Disgrace", "I've Seen Good People" y sobre todo... ¡"Starship Trooper"! ¡Esto ya era otra cosa! Eran unos Yes que sonaban a progresivo pero sin ser tan enrevesados como en álbums posteriores, y funcionaban a la maravilla.



Una vez volvimos a ser amigos me escuché su directo en lujoso triple vinilo (y comprado de segunda mano tirado de precio) Yessongs (1973) y decidí probar con su disco más polémico: Tales from Topographic Oceans (1973), el disco más excesivo de la banda con cuatro suites de 20 minutos. ¡Megalomanía al poder! Debo decir que siempre me ha gustado esa faceta tan excesiva hasta rozar el ridículo del grupo. Después de todo el rock tiene un componente lúdico muy adecuado para cosas así. Pese a que lo oí con cierta "precaución" (es decir, no esperando mucho) me gustó desde el principio, aunque bien es cierto que realmente todos los temas estaban alargados en exceso. Podría decirse que es su obra maestra perdida: si hubieran acortado las canciones dejándole en un disco sencillo sería otra joya más de su carrera, pero tal y como quedó es algo desproporcionado y definitivamente imperfecto. Mis favoritas han cambiado con el tiempo, pero a día de hoy, tras muchas reescuchas, creo que los dos grandes temas son el inicial "The Revealing Science of God" y la final "Ritual", la única en la que podrían disculparse sus 20 minutos de duración. "The Remembering" es bonita pero se nota descaradamente que está hinchada (la dejaría en 5 o 6 minutos) y "The Ancient" empieza bien hasta que Howe se pone pesado con la guitarra.

Mi siguiente paso estuvo lejos de ser el obvio: Drama (1980), disco controvertido en que Jon Anderson es reemplazado por Trevor Horn y que cuenta con Geoff Downes como teclista (nota: aunque me gusta mucho Rick Wakeman como teclista - que no como compositor - creo que los tres que tuvieron en la era clásica hicieron un buen trabajo, cada uno en su estilo). Sí, antes de tirar por otros clásicos aposté por éste en que practicaban un cambio de estilo que quizá no me agradaría. ¿Por qué? Pues porque aquel 2011 Yes venían a mi ciudad trayéndose de teclista a Geoff Downes y sospeché (acertadamente) que caerían temas de este álbum, que por lo general suele quedar olvidado. Contra lo esperado, Drama me entró a la primera pese al cambio de estilo, destacando para mi gusto dos temas: la progresiva "Machine Messiah" (¡que cayó en el concierto!) e "Into the Lens (I am a Camera)".

En cuanto al concierto, de los Yes clásicos estaban Steve Howe a la guitarra, el magnífico bajista Chris Squire (una de las cosas que aprendí con el tiempo es que uno de los grandes sellos distintivos del grupo es la forma como Squire toca el bajo) y Alan White a la batería. Fue un gran concierto con un tipo sacado de una banda tributo calcando las voces de Anderson y me conquistaron desde el principio empezando con "Yours Is No Disgrace". Me impresionó Howe a la guitarra y me sorprendió lo bien que hacía Squire los coros pese a su edad y sus pintas de grandullón.

"Tempus Fugit" con un pequeño fallo técnico.

Y a partir de aquí nos acercamos al presente. Me dejé conscientemente para más adelante el disco de ellos hacia el que más expectativas tenía y pasé antes al Going for the One (1977), que directamente me compré a ciegas. No fue un disco que me marcara: me gustó desde la primera escucha y todos los temas son muy buenos, pero no había ninguno que me volviera loco - incluso el polémico Drama tenía "Machine Messiah". Y finalmente hace unas semanas pasé hacia el disco suyo del que esperaba más y en general uno de los álbums hacia los que más expectativas tenía: Relayer (1974), un auténtico clásico de la banda célebre por su tema "The Gates of Delirium" que ocupa una cara entera. ¿Qué puedo decir? Me encantó. En ese sentido, cero sorpresas, esperaba muchísimo y estuvo a la altura.

Y aquí me encuentro, desde hace dos semanas oyendo en bucle a Yes con algunas pausas para pasar a AC/DC. Me he vuelto a enganchar a los grandes temas del Tales from Topographic Oceans y me he reconciliado un poco con el Fragile. ¿Qué me queda ahora? Dos primeros álbums con pinta de ser agradables pero un poco primerizos, que oiré seguro sin muchas expectativas, el polémico Tormato (1978) - de inexplicable título y portada - que no suele gustar y que oiré pero no comprándolo a ciegas. Ah, y los discos en solitario de Anderson, Howe y Squire que he leído que están muy muy bien (los de Wakeman son un coñazo). Porque lo que viene después me interesa solo a nivel anecdótico y no musical: un giro ochentero exitoso pero que personalmente detesto (pese a que este videoclip me fascina), anécdotas cachondísimas como el enfrentamiento Yes vs Anderson-Howe-Bruford-Wakeman que acabó desembocando en Union (1991) y que daría para una entrada por si sola y las peleas que siguen teniendo hoy día, en que tenemos a Yes girando con Howe y White de miembros clásicos y a Anderson y Wakeman por otro lado. ¡Algunas cosas no cambian!

Un par de rankings como cierre...

Discos favoritos separando los que creo que tienen un nivel similar entre sí del resto:

1- Close to the Edge
2- The Yes Album
3- Relayer


4- Tales from Topographic Oceans (¡en serio! ¡dadle una oportunidad!)


5- Going for the One
6- Drama o Fragile, según el día.


Canciones favoritas:

1- Close to the Edge
2- Starship Trooper
3- The Gates of Delirium
4- And You and I
5- Ritual (Nous Sommes de Soleil)
6- I've Seen All Good People
7- Yours Is No Disgrace
8- South Side of the Sky
9- Machine Messiah
10- Siberian Kathru


domingo, 3 de septiembre de 2017

Jane's Addiction - Summertime Rolls

He vuelto a engancharme felizmente a Jane's Addiction, una de las bandas clave de mi vida. No exagero si digo que entre los 16 y los 18 años estaba literalmente obsesionado con ellos. De hecho creo que hubo un año en que los escuchaba a diario, lo cual es una bestialidad si tenemos en cuenta que solo tienen tres discos y por tanto no es una banda que permita mucha rotación de álbums.

Es reconfortante en estos casos cuando uno vuelve a esos discos que tanto significaron en la adolescencia y al retomarlos confirma que realmente eran buenos, que no es que me dejara llevar por mi inexperiencia de juventud o porque tuvieran ganchos más proclives a funcionar con adolescentes que con adultos. No, los Jane's Addiction clásicos siguen siendo una de las cosas más mágicas que creo que ha dado el rock, en absolutamente todos los aspectos (especialmente la música, claro, pero también las letras, su estética, el artwork de los discos, los discursos pasados de rosca de Perry Farrell... todo). Por lo que he visto de directos recientes y mi propio recuerdo - les vi el 2003 - siguen siendo una gran banda pero sin esa magia de antaño. No es algo que me guste achacarles, hay veces en que ciertas obras son fruto de un momento muy fugaz y determinado que no puede repetirse.

En todo caso, la canción a la que estoy recurriendo más estos días es la preciosa "Summertime Rolls", que además es muy apropiada para esta época del año que está llegando a su fin.


domingo, 30 de julio de 2017

Mis 400 discos favoritos a día de hoy

Por mucho que me guste hacer listas, las veces que he hecho una de esta envergadura he combinado momentos de absoluto entretenimiento con otros en que he decidido completarla casi por obligación. En este caso, retomando la idea que seguí hace casi cuatro años y medio he decidido subir la apuesta y hacer una lista de mis 400 discos favoritos. El motivo no es solo es el entretenimiento, sino que me gusta comparar las listas de años anteriores para ver cómo han evolucionado mis gustos. Algunas cosas obviamente no cambian demasiado (la mayoría seguramente), pero resulta interesante para mí ver mis pequeñas variaciones en gustos musicales.

Algunos datos, como por ejemplo el número de discos por década:

  • 50s: 3
  • 60s: 84
  • 70s: 249
  • 80s: 21
  • 90s: 23
  • 00s: 14
  • 10s: 6


He decidido comparar el porcentaje de discos por década que me ha salido ahora respecto a mi anterior lista de hace 4 años, y es curioso verificar como ampliando la selección de 250 a 400 el porcentaje es casi idéntico:

2013


2017


Las menciones más antiguas que tengo son tres discos del 1959 de John Lee Hooker, Jimmy Reed y Miles Davis, lo cual tiene sentido, puesto que del género que oigo más anterior a los 60s, el blues, suelo tirar de recopilatorios, que no he querido incluir en la lista.
El disco más nuevo es el Allas Sak (2015) de Dungen.

En cuanto a grupos y artistas con más menciones, los ganadores serían:


  • Oro (10 discos):
    • Queen
    • Elton John
  • Plata (9 discos):
    • Neil Young
    • Pink Floyd
    • The Rolling Stones
  • Bronce (8 discos):
    • David Bowie


De los cuales, Queen, Elton y Pink Floyd veo casi imposible que en un futuro añadan más discos. De los Rolling Stones en cambio me falta aún por oír uno de los míticos que podría empatarlos - Between the Buttons (1967) - y de David Bowie dos que podrían auparlo también arriba del todo aunque no tengo tantas esperanzas - Space Oddity (1969) y Scary Monsters (1980). Quien lo tiene mejor es Neil, del que me faltan dos de sus grandes discos que podrían situarle por encima de todos - Time Fades Away (1974) y Harvest Moon (1992) - además de un par de álbums menores bien considerados que, si están por encima de mis expectativas, podrían separarle aún más del resto.

Me encantaría repetir la hazaña de separar los discos por países pero con 400 creo que es demasiado costoso.

Veremos si en 5 años me veo capaz de hacer de nuevo esta lista y qué me encuentro.

sábado, 15 de julio de 2017

En defensa de U2



Es extraño pero a raíz del inminente concierto de U2 en Barcelona se me antojó escribir un texto defendiéndolos aun cuando es una banda que hoy día no escucho casi nunca y de la que, en realidad, nunca fui demasiado fan.

Por dejar clara mi postura con el grupo: descubrí a U2 cuando empecé a indagar en el mundo del rock de adolescente porque obviamente eran una de esas bandas que siempre se mencionaban. Empecé tímidamente con temas sueltos como "Sunday Bloody Sunday", de ahí a un recopilatorio de su primera época y finalmente a algunos discos de estudio como Achtung Baby (1991) y Boy (1980), desde siempre mi favorito del grupo aunque apenas se tenga en cuenta - extrañamente, jamás me ha gustado The Joshua Tree (1987).

Mi momento de mayor seguimiento del grupo fue en primer año de universidad, en que solía escuchar mucho una cinta de cassette con varios temas que había seleccionado de la banda. Tuve la suerte de poder verles en directo en esa gira y guardo un muy buen recuerdo de ese concierto. Desde entonces los he ido escuchando esporádicamente - hace un par de años rescaté para mi sorpresa el The Unforgettable Fire (1984) - pero apenas he vuelto a ellos. No obstante, sigo teniendo mucho respeto al grupo y creo que el salto que dieron del The Joshua Tree a Achtung Baby es una de las jugadas más valientes y acertadas que ha hecho un grupo de estadio posterior a los 70s.


Y no obstante hoy día U2 se han convertido en el objeto de odio por antonomasia de la comunidad rockera. Es el grupo al que está bien visto aborrecer, que te diferencia del gran público (el cual siente en general un gran respeto por la banda y contribuye a que sus discos se sigan vendiendo como rosquillas). Hasta el extremo de que hemos llegado al punto en que descargar tu odio contra U2 ya no tiene NADA de irreverente. Es lo esperado y deseable en ciertos ambientes. Recuerdo un artículo que leí a raíz de su última visita a Barcelona en un medio online generalista que básicamente se basaba en el odio del autor a la banda, sin más. Ahí entendí que el odio a U2 se había convertido en uno de esos focos de odio tan típicos en la red (hacia los gafapastas, los veganos, los hipsters, etc.) que aunque inicialmente tuvieran su razón de ser ahora se han vuelto tan cansinos y reiterativos que resultan más molestos que el objeto de odio - si es que dicho objeto de odio lo es.

El tópico de "fan pelmazo de U2" sigue siendo vigente, no lo pongo en duda, pero denota una falta total de autocrítica de la comunidad rockera hacia los seguidores de bandas posteriores que a día de hoy tienen entre su multitud de fans un porcentaje bastante destacable de pelmazos que los veneran hasta lo ridículo y que, no obstante, no se han convertido todavía en objeto de burla (estoy pensando en Pearl Jam y, sobre todo, Guns 'N' Roses). Al menos los fans pelmazos cerriles tradicionales (U2, Bruce Springsteen, Dire Straits) es gente que por edad no suele moverse mucho por las redes fuera de sus ecosistemas naturales.


¡Rápido, Bono, estos corderos necesitan nuestra ayuda!

En todo caso, ¿qué motivos serios hay para odiar a U2?

El primero, que Bono es un imbécil y un hipócrita por estar siempre hablando de salvar al Tercer Mundo desde su mansión. De acuerdo, es cierto que se ha convertido en una caricatura de sí mismo, pero a mí me da igual que mis músicos favoritos sean más o menos simpáticos. Para mí es otra diva más de las muchas que hay en el mundo del rock. Y lo más importante, cuando les vi en directo demostró ser un muy buen cantante (se atrevió incluso con un tema especialmente difícil) y un gran frontman, que es lo que valoro en un grupo.

El segundo, que están sonando constantemente en la radio y que cada vez que vienen los meten en todos los telediarios y periódicos. Sobre lo primero, como nunca oigo la radio me es indiferente. Sobre lo segundo, como nunca veo la televisión, también me es indiferente. Pero me parece absurdo atacar a un grupo por sobreexposición.


Un motivo más serio: hace años que no sacan nada decente. Aquí puedo coincidir, y si no lo hago del todo es porque no he oído sus últimos discos (como probablemente tampoco ha hecho la mayoría de gente que suelta esa frase). Pero sí, tiene probabilidades de ser cierto. Anoche sin ir más lejos en una cena familiar pusieron uno de sus últimos álbums y me pareció soporífero. Pero la pregunta que hago es: ¿cuántos grupos de carreras longevas siguen sacando hoy día discos que valgan la pena y, sobre todo, que satisfagan a alguien más aparte de sus fanáticos? Hay poquísimos que lo consigan, ¿por qué entonces se usa eso como arma contra U2 y en otros grupos se da por hecho que "ya pasó su mejor momento" sin darle más importancia?

De hecho otra crítica frecuente es que se han vuelto un grupo dinosaurio de estadio autocomplaciente, cuando en realidad casi cualquier grupo dinosaurio de estadio lo es: AC/DC, los Rolling Stones o los actuales Guns 'N' Roses. Bandas que viven literalmente del pasado y tienen shows de cero espontaneidad medidos al milímetro y que no obstante, a nadie ofenden por ello. U2 como mínimo apuestan en cada gira por el material nuevo que presentan, demostrando algo de interés por ofrecer algo diferente (solo en esta gira han apostado abiertamente por quedarse en el pasado, puesto que van a tocar entero The Joshua Tree). Ciertamente, dada la calidad de esas nuevas canciones casi preferiría que no lo hicieran, pero en términos de autocomplaciencia para mí son los que menos pecan de los que he seleccionado.

En realidad, he notado que hace tiempo que U2 han optado por innovar no musicalmente sino en cuanto a espectáculo y puesta en escena. Cada gira tiene un leitmotiv diferente: el siguiente tour al que vi yo tenía esa especie de araña gigante que daba la sensación que iban a usar para invadir una ciudad, y en la siguiente gira usaban una pantalla gigante en mitad de la pista que como concepto resultaba muy arriesgado. Del mismo modo, noto como siempre suelen pasar de sus tours más grandilocuentes (el Popmart, el de la araña gigante) a otros más "intimistas" en pabellones, como queriendo combinar espectáculo de rock de estadio con shows más centrados en la música.


¿Quiere decir eso que preferiría ver a U2 en vivo antes que a los otros grupos que he mencionado? En absoluto. Ni tampoco que crea que ahora estén haciendo algo relevante musicalmente. Son lo que son: una banda dinosaurio viviendo del éxito de un pasado glorioso, pero lo mismo que muchos otros grupos de estadio que no son tan odiados.

No odiéis a U2. Ellos os siguen queriendo igualmente.

domingo, 2 de julio de 2017

John Fogerty - Sportpaleis (Amberes) 26 de Junio del 2017



Resulta reconfortante que algunas cosas no cambien. O como mínimo que estén tardando mucho en cambiar. Vi a John Fogerty en dos ocasiones: en el Royal Albert Hall el 2008 y en el Sant Jordi Club de Barcelona el 2009. En ambas dio sendos conciertazos llenos de energía. Esta vez volvía a trasladarme fuera para verle. Ha pasado la friolera de ocho años desde el último show, y a día de hoy Fogerty ya ha pasado la barrera de los 70 (72 años), por lo que era de prever que no estaría a la altura de las últimas veces... ¡craso error!

En un pabellón lleno hasta los topes (inicialmente se celebraba en otro recinto y se trasladó debido a que se quedó pequeño), Fogerty presentaba un concierto que se suponía que rememoraba el año 1969 en el seno de la Creedence, algo que no me quedó del todo claro porque a la práctica tocó temas de la Creedence de todos los discos, no solo del 69. El show estuvo precedido por un vídeo introductorio laaaargo (casi 15 minutos), que al principio nos puso en ambiente con imágenes de 1969 y canciones de la época (¡"Born to be Wild"!) pero al final se hacía algo reiterativo con fotos y temas de la Creedence (¿para qué si vamos a escucharlos ahora?) además de entrevistas a John Fogerty hablando sobre la época. Finalmente, la intro acabó con la versión de Woodstock de "Born on the Bayou" en mitad de la cual se bajó el telón y emergió la banda continuando el tema. Rozó lo anticlimático, pero una vez vimos al gran hombre guitarra en mano cantando esos inmortales versos todo quedó olvidado.

La disposición del escenario dejaba claro quien mandaba ahí: Fogerty en primer plano, su hijo Shane a la guitarra como único privilegiado que estaba un poco más cerca y el resto todos más bien al fondo (un tercer guitarrista, un teclista con pintas muy a lo Meat Loaf, el bajista y el incombustible Kenny Aronoff a la batería, el músico más destacado de la banda con diferencia). Se puede decir en su favor que Fogerty aprovechaba todo ese espacio de delante para moverse, ya que no paró quieto en la hora y tres cuartos de concierto yendo de un lado a otro, saltando y animando al público.


Y sobre el setlist, qué decir, una marabunta de clásicos de la Creedence sin parar: después de la inicial "Born on the Bayou" empalmó con "Green River" (fabuloso el vídeo de acompañamiento), "Travellin' Band", "Suzy Q" y "Up Around the Bend".  Antes de "Who'll Stop the Rain" Fogerty (como siempre muy comunicativo y simpático) explicó la famosa anécdota de su actuación en Woodstock en la que los malditos Grateful Dead le durmieron al público. Poco después me ofreció uno de los temas de la Creedence que siempre se me escapan, la maravillosa versión de "Midnight Special" y nos deslumbró con el apoteósico solo de guitarra de "Ramble Tame", uno de los momentos cumbre de la noche.

¿Cómo puede alguien de 72 años dar un concierto tan dinámico de más de hora y media? Bien, a ratos los miembros de la banda hacían algún solo para darle tiempo a descansar, desde un solo de acordeón (!!) a la parte instrumental de "I Heard It Through the Grapevine", que no fue tan apoteósica como en Barcelona y se dedicó a solos de cada miembro de la banda, destacando un magnífico solo de teclados y la primera parte del solo de bajo (¡en serio!), que le dio un ambiente muy íntimo.


La familia Fogerty

A nivel anecdótico, a mitad de show salió su otro hijo Tyler (ya les vi a ambos de invitados aunque con aspecto mucho más intimidado en el Royal Albert Hall haciendo un tema), quien cantó con él la versión de "Good Golly Miss Molly". Pero el momento cumbre de la noche fue cuando sacaron un piano y Fogerty se sentó y explicó cómo aprendió a tocar rock 'n' roll a las teclas rememorando algunos clásicos de los 50, para seguidamente hacer una versión conmovedora de "Long As I Can See the Light". Aunque me gusta mucho, nunca ha sido de mis favoritas de la Creedence, y no obstante fue el momento que más me emocionó de la noche, de una belleza apabullante.


En el tramo final, nos regaló una improvisada versión de "Cotton Fields" él solo a la guitarra justo después de tocar "Have You Ever Seen the Rain" (Kenny estaba tocando ya el inicio del siguiente tema y Fogerty le paró con la mano animándonos a todos a corear este clásico de Leadbelly), tras el cual vino el consabido broche final de "Down on the Corner", "Old Man Down the Road" (siendo de mis temas menos predilectos de la noche fue, a cambio, uno de los que mejor le quedó con un solo padre-hijo apoteósico) y "Fortunate Son". Y por supuesto un bis sin muchas sorpresas con "Rockin' All Over the World", "Bad Moon Rising" (¡primera vez que oía esta canción en directo, ya que las otras dos veces inexplicablemente la dejó fuera!) y "Proud Mary".

En cierto momento Fogerty dijo que se sentía muy privilegiado de trabajar haciendo lo que más le gusta y en realidad lo único que sabe hacer, que es hacer música. Deberíamos añadir que nosotros somos privilegiados también de seguir contando con un artista de tanto talento en tan buena forma.

Born on the Bayou
Green River
Travelin' Band
Susie Q
Up Around the Bend
Who'll Stop the Rain
Lookin' Out My Back Door
Midnight Special
Ramble Tamble
Hey Tonight
Lodi
Good Golly Miss Molly
New Orleans
I Heard It Through the Grapevine
Hot Rod Heart
Long as I Can See the Light (precedido de snippets de 'Whole Lotta Shakin' Goin' On' & 'Rockin' Pneumonia and the Boogie Woogie Flu' )
Keep On Chooglin'
Have You Ever Seen the Rain?
Cotton Fields (no en el setlist)
Down on the Corner
The Old Man Down the Road
Fortunate Son

Rockin' All Over the World
Bad Moon Rising
Proud Mary



domingo, 28 de mayo de 2017

Dungen - Mayday Mambo, Apolo 2 (Barcelona)


Tan solo unas reflexiones sobre el concierto de anoche de mis adorados Dungen, su segunda visita a Barcelona y la tercera que les he visto.

Primero unas dudas al aire:

- ¿Quién rayos fue el DJ del festival entre actuaciones y por qué pensó que en un evento de música psicodélica pegaría poner música étnica?
- ¿Por qué siente tanto aprecio la banda hacia un disco notable como 4 (2008) pero que está muy lejos de sus mejores obras?
- Y sobre todo, ¿qué sentido tiene hacer un minifestival entre tanta marea de festivales surgidos hasta de debajo de las piedras trayendo un gancho como Dungen pero dejándoles solo una hora de concierto pudiendo traerlos a ellos solos y dejarles hacer su show completo?

Esta última pregunta me rondó toda la noche, sobre todo cuando salió al escenario la primera banda del festival, Puma Pumku, ante un público de aproximadamente 10 personas. La culpa no es de los Puma, obviamente, sino de que seguramente la mayoría del público no entendía la noche como un festival sino como un concierto concreto (en mi caso uno de Dungen, y quizá para otros asistentes uno de los israelís Ouzo Bazooka) y por tanto vinieron directamente para los platos fuertes. Los tales Puma Pumku resultaron bastante entretenidos con un estilo de psicodelia que hace patente lo muy de moda que se han puesto Tame Impala - curiosamente los teloneros de Dungen en París también eran muy Tame Impala - pero no fue hasta el final de su actuación cuando la sala empezó a llenarse.


Y efectivamente cuando salieron Dungen la sala tenía bastante más afluencia. Desconozco si muchos venían como yo únicamente por ellos, pero no me extrañaría porque aunque sean un grupo bastante desconocido, suelen aparecer en revistas de música y quizá la actuación del Primavera Sound del año pasado les dio más visibilidad.

Venían presentando Häxan (2016), un disco totalmente instrumental inspirado en Las Aventuras del Príncipe Achmed (1926) de Lotte Reiniger y decidieron abrir con una de ese álbum, la atmosférica "Kalifen", prefiriendo crear ambiente poco a poco que entrar más a saco.



Los temas de Häxan sonaron magníficos, con más potencia que en disco, destacando sobre todo el tema homónimo, que ya utilizaban en directo el año pasado antes de haber sacado el álbum pero que ahora lo han perfeccionado por completo. Ése fue sin duda uno de los momentos cumbre del show, con el teclista y líder desatado tirando la silla por el suelo y la banda dándole un tono oscurísimo a la canción.

Por lo demás, escogieron muy bien las referencias a su anterior disco Allas Sak (2015) - un "Sova" que teóricamente iba a cerrar el concierto y un "Åkt dit" algo deslucido por lo bajo que se escuchaba la voz cuando entraba el segundo teclado, pero aún así es mi favorita del álbum - y a Tio Bitar (2007), en este último caso repitiendo el medley que hacían la gira pasado.



Como he dicho, me sorprende que se centraran tanto en un disco como 4 (2008) que yo veo menor para sus estándares, siendo el álbum del que cayeron más temas, algunos más acertados que otros. "Fredag" es genial para la parte inicial del show y "Mina damer och fasaner" fue una de las grandes sorpresas de la noche, con Gustav excelso a la flauta y una parte instrumental final medio improvisada que fue una maravilla. "Ingenting är sig likt" en cambio me sabe a poco, y más después de la impresionante "Häxan", y "Det Tar tid" se me hace raro como cierre de concierto - de hecho no estaba previsto que la tocaran, cuando acabaron "Sova" Gustav empezó a interpretarla al teclado ante la sorpresa del bajista, que preguntó al batería si no habían acabado ya. Realmente hubiera preferido más temas de su último disco, que parecía ganar muchísimo en vivo.

Por otro lado, el grupo sigue restringiendo al mínimo las referencias a su obra más mítica, Ta Det Lugnt (2004), haciendo solo el tema "Panda", el momento más enérgico de la noche con una banda desatada. Es comprensible, han sacado ya bastantes álbums tras ése y entiendo que quieran reivindicar que no viven de su pasado. Eso sí, me parece significativo que de las tres veces que les he visto no haya caído ningún tema de un álbum tan reciente como Skit I Allt (2010), cosa que celebro porque es el que menos me gusta de su repertorio.



Dungen demostraron en una hora ser una banda magnífica en directo y el público fue muy receptivo, respetando incluso algunos momentos de silencio. Al acabar la sala se vació por completo, y aunque muchos asistentes estaban fuera fumando me pregunto cuántos se quedaron el resto del festival y cuántos como yo habían ido expresamente para Dungen. Lo cual me lleva a la inevitable pregunta: ¿hace falta montar minifestivales así para que grupazos como éste solo puedan tocar una hora? Aunque no sean muy conocidos, ¿no habría sido quizá igual de rentable o incluso más traerlos a ellos solos en una sala? Ojalá algún día podamos ver eso, de momento la ciudad condal no ha podido disfrutar de un concierto entero de la mejor banda de esta décadas.

Kalifen
Fredag
Åkt dit
Mina damer och fasaner
Achmed flyger
Häxan
Ingenting är sig likt
Bandhagen
C visar vägen
Så blev det bestämt
Panda
Sova
Det tar tid


sábado, 27 de mayo de 2017

La cara B del Hotel California (1976)

Este año ha tenido lugar un hecho musical absolutamente insólito que ya daba por hecho que jamás sucedería. No, no me he aficionado al reggae ni a la discografía ochentera de Rod Stewart, eso aún no ha cambiado (pero sí que si me hubieran dicho hace 10 años que me haría fanático de Santana y que los Grateful Dead se convertirían en mi banda americana favorita, me parecería muy extraño). Lo que ha sucedido es que de repente, de un día para otro le he pillado por fin el punto a la cara B del Hotel California (1976) de los Eagles.


Volvamos atrás. Cuando estaba descubriendo la música con trece o catorce años, no tenía referentes en que apoyarme (hermanos o primos mayores, alguna revista musical...) así que hasta que empecé a encontrar "mi camino" tuve que guiarme por la colección de CDs de mis padres y por los títulos o portadas que me iban sonando. De manera que mis primeros pasos fueron por discos tan típicos como el Dark Side of the Moon (1973) o el debut de King Crimson, recopilatorios de Queen, Led Zeppelin o los Rolling Stones, así como recopilaciones genéricas como los míticos Esta Noche Cruzamos el Mississippi o Noches de Blanco Satén. Y uno de ellos fue obviamente el Hotel California (1976) de los Eagles.

Supongo que llegué a ellos por lo célebre que es el tema titular y enseguida caí maravillado por esa obra maestra (aún me lo sigue pareciendo). Y al igual que me sucedió con otros discos, primero estuve un tiempo solo escuchando una canción concreta de ese grupo ("Stairway to Heaven", "Money", "Angie", "Bohemian Rhapsody", "Epitaph"... las típicas) hasta que me animé a escuchar el disco entero. En el caso de los Eagles decidí un día ver qué me ofrecían a partir del segundo tema y me escuché entero el Hotel California. Y me decepcionó.


Debo matizar que no me decepcionó todo el disco y que era un problema de enormes expectativas: se suponía que era uno de los discos clave del rock y mi punto de referencia era su excelso tema homónimo. Los siguientes temas que aparecían sí que me gustaron muchísimo ("New Kid in Town" y "Life in the Fast Lane") y quizá la balada "Wasted Time" se me hacía algo cuesta arriba pero estaba bien. No obstante el problema llegaba con lo que sería la cara B del disco, que a excepción de "Victim of Love" (único tema que me gustaba de esa parte del álbum), se me hacía muy larga.

El motivo es que estaba repleta de baladas. Era una sobredosis de azúcar constante. ¿Dónde estaba el toque épico de "Hotel California" y ese aroma sureño decadente que se intuía por la portada? ¿Qué sentido tiene contar con tres guitarristas si luego llenas medio álbum de baladas a piano? En consecuencia, durante un tiempo medio descarté a los Eagles suponiendo que si ése era su mejor álbum, no tenían mucho que ofrecer. No los vi con otros ojos hasta tiempo después cuando recuperé el vinilo de Desperado (1973) y, sobre todo, cuando a raíz de su concierto en Barcelona me hice con un doble recopilatorio que me hizo entender mejor su evolución musical.



Una vez empecé a hablar con otros fans de los Eagles descubrí que entre seguidores de la banda había bastantes que opinaban como yo, y que la problemática de la cara B del Hotel California era un tema de discusión muy frecuente. Se hizo habitual incluso considerar que aunque era su disco más famoso, los anteriores eran mejores - yo sigo pensando así - y que había sido un error por su parte no saber combinar las dos caras, de forma que el disco empezaba muy fuerte y luego se venía irremediablemente abajo.

Ése era mi punto de vista hasta hace un mes. De vez en cuando en mis rachas Eagles me animaba a pasear por la cara B del disco (más allá de la magnífica "Victim of Love" se entiende) pero me costaba horrores terminarla. Y he aquí que este año me animé a escuchar el One of These Nights (1975) y se me antojó probar con la famosa cara B... ¡con resultados positivos! Y no, no es uno de esos casos en que de tanto escucharla le he cogido el punto, porque dos de los temas conflictivos ni los recordaba. Creo que el ir tres composiciones tan lentas seguidos les perjudica, pero por separado me parecen buenas, y tiene mérito porque cada vez soy más intolerante a las baladas hiperempalagosas. Veamos pues qué nos ofrece la cara B del Hotel California:

- "Wasted Time (Reprise)": el momento más innecesario del disco. Una coda instrumental de la balada que cierra la cara A. Un breve momento simplemente orquestal al que no le veo sentido. Empezamos bien.

- "Victim of Love": siempre ha sido mi favorita de esta cara y lo sigue siendo, un muy buen tema de rock americano obra del guitarrista Don Felder.


- "Pretty Maids All in a Row": OK, aquí empiezan los problemas. Es quizá el tema más empalagoso de esta cara, y al encontrárselo uno a medio camino no se ve con fuerzas para seguir a los dos siguientes. Es obra del recién incorporado Joe Walsh, que destaca mucho más en "Life in the Fast Lane". Aunque es muy azucarada le he pillado el punto por su solo de guitarra. No deja de ser curioso que un tipo tan salvaje y alocado como Walsh luego compusiera baladas tan ñoñas como ésta y otras de su carrera en solitario.


- "Try and Love Again": mi gran descubrimiento. Resulta que este balada podría haber encajado perfectamente en los anteriores discos de los Eagles, al ser una balada más tipo country-pop-rock, sin piano ni empalagosos arreglos orquestales. En otro contexto la habría apreciado desde el principio. Su autor es el bajista Randy Meisner, que fue quien abrió la caja de Pandora de las baladas orquestales empalagosas con el single del anterior disco "Take It to the Limit", el mayor éxito de ventas del grupo.


- "The Last Resort": cuando hablaba con fans de los Eagles sobre esta famosa cara B, eran muchos los que coincidían conmigo en que había demasiadas baladas... pero salvaban de la quema el último tema. Eso me hizo darle más escuchas pero sin éxito. A día de hoy creo que me he reconciliado con él, definitivamente es una muy buena balada a piano y la letra es magnífica, pero sigue sin cautivarme: ¡es demasiado largo! Siete minutos son excesivos y más después de haber pasado por tantos temas lentos.

Y con esto definitivamente creo que me he reconciliado lo máximo que me permite mi cuerpo a esta cara B. ¿Seré ahora capaz de pillarle el punto al The Long Run (1979)? Lo dudo, pero lo mismo pensaba de estas canciones desde hace 15 años...

sábado, 8 de abril de 2017

Canned Heat - Woodstock '69




Cuando hace años (11 años ya, aish....) Canned Heat y Ten Years After giraron conjuntamente por aquí, utilizaron como gancho el nombre de "Woodstock Revival". Más allá de la maniobra comercial, el nombre era bastante pertinente, ya que son dos de las bandas por excelencia que consiguieron su mayor momento de popularidad con el famoso festival. De hecho, centrándonos en mis adorados Canned Heat, Woodstock fue el tramo final de su edad de oro.

Situémonos: formados a mediados de los 60, Canned Heat consiguieron su primer y merecido éxito en 1968 con su segundo disco Boogie with Canned Heat (1968), donde desplegaban su particular forma de interpretar el blues. También era el álbum en que se cerraba la formación clásica del grupo: Bob Hite a la voz, Alan Wilson a la voz y guitarra, Henry Vestine a la guitarra, Larry Taylor al bajo y, el nuevo fichaje, Fito de la Parra a la batería. Los tres discos que le siguieron fueron grandes éxitos de ventas confirmados por sus míticos conciertos, de ahí que tuviera sentido que se les ofreciera participar en el festival de Woodstock.



Pero, ay, solo unos días antes del concierto sucedió algo que pudo haber provocado que no actuaran en el que sería el momento más vistoso de su carrera: Henry Vestine dejó la banda tras una discusión con Larry Taylor. Las cosas se sucedieron muy rápido: la banda hizo una jam informal con los guitarristas Mike Bloomfield y Harvey Mandel, y le ofrecieron a ambos sustituir a Vestine. Mandel, que tenía por entonces una carrera en solitario, aceptó.

Antes de actuar en un festival tan multitudinario, la banda solo pudo hacer dos conciertos con su nuevo guitarrista. Fito, convencido de que no estaban preparados para actuar ante un público tan masivo estando tan verdes, se negó a ir y se encerró en su casa. Tuvo que ir el mánager del grupo hasta allá, colarse y convencerle. No se arrepentiría.



Pese a lo accidentado que fue todo, la actuación de Canned Heat en Woodstock fue absolutamente memorable, y es una pena que nunca se haya editado entera en disco. La banda salió a actuar al atardecer, como se puede comprobar mirando vídeos del festival: en las primeras canciones hay luz pero en el bis ya es de noche. Una de las mejores horas para actuar al aire libre.

Fito comentaba en su autobiografía que a la hora de preparar setlists solían ir muy por libre, seleccionando más versiones de blues que temas propios e ignorando a menudo sus hits. No obstante, en Woodstock parece que al ser un festival prefirieron ir sobre seguro y tuvieron el detalle de tocar dos de sus hits y un tema de estudio:

I'm Her Man
Going Up the Country
A Change Is Gonna Come / Leaving This Town
I Know My Baby
Woodstock Boogie

On the Road Again



Abren con una referencia a su último disco, el blues festivo "I'm Her Man" cantado por el entrañable Bob Hite. Al acabar, éste menciona lo espectacular que es todo ese despliegue de público, pero enseguida se encarga de quitar magnificencia a ese momento cuando añade a continuación "Solo tengo una cosa que decir... necesito ir a mear". Así era Bob.

Le sigue "Going Up the Country", que quedó como uno de los temas por excelencia asociados a Woodstock, ya que aparece la versión de estudio en el documental. Debo decir que me habría gustado que saliera la versión en directo, que mantiene la melodía pero con un toque más electrificado.

Aquí la banda decide lanzarse con sus versiones de blues. La primera la conocía porque es la que aparece en el documental de Woodstock. Fue mi primera toma de contacto visual con Canned Heat y recuerdo que me llamó mucho la atención las pintas de Bob Hite (haciendo honor a su apodo "el Oso" y vestido tan informalmente con una camisa gastada), así como uno de los momentos por excelencia de la película: cuando un espontáneo sube al escenario y Bob, en vez de evitarlo, se abraza a él y comparten juntos un cigarro.


No puedo decir mucho del siguiente, ya que la versión que circula por la red se oye fatal, así que salto a mi momento favorito del concierto: "Woodstock Boogie". En realidad es la clásica improvisación que Canned Heat hacían tras cada concierto que aquí se alarga hasta media hora. Merece destacarse la introducción de Alan Wilson a la guitarra, que me parece una maravilla. De hecho en general me gusta más este boogie que el que aparece oficialmente en el disco dos de Living the Blues (1968), que se me hace algo pesado, y eso que soy muy de jams.



Y como bis, otro hit, "On the Road Again", que en realidad lo cambian tanto que acaba siendo otro vehículo para desparramarse en improvisaciones blueseras. En las últimas ediciones en DVD del documental de Woodstock sale una grabación en vídeo de ésta.


¿Y qué sucedió tras Woodstock? Canned Heat editaron el mejor disco de su carrera con esta formación, esa obra maestra del blues-rock llamada Future Blues (1970), tras el cual hicieron una colaboración con John Lee Hooker y ahí se acabó su edad de oro. El insustituible Alan Wilson murió y tanto Taylor como Mandel dejaron el grupo. Por ello, Woodstock representa el tramo final de su edad de oro, fue su momento a nivel creativo y de popularidad, pero luego todo fue cuesta abajo.

Una pena, si algo demuestra esa actuación es que eran una de las mejores bandas de blues-rock del mundo.


lunes, 20 de marzo de 2017

The Groundhogs - Split (1971)




Llega un momento en la vida de todo aficionado al rock en que debe hacerse la siguiente pregunta: ¿son los Groundhogs la banda de blues-rock más injustamente olvidada de la historia? Y la respuesta es que probablemente sí. Los mencioné hace ya años en mi famosa y prestigiosa selección de bandas que tenían puntos de convertirse en mis favoritas y aunque extrañamente he tardado cinco años en avanzar en su discografía, debo decir que han subido mucho en estima entre mis preferencias.

Los británicos Groundhogs son una banda que me recuerda algo a Canned Heat no tanto por estilo o sonido sino por ser uno de esos grupos de finales de los 60 que intentó expandir los límites del blues-rock. Pero mientras los Canned Heat se caracterizaban por un sonido muuucho más sucio, los Groundhogs tienen esa pulcritud británica; y, sobre todo, mientras los americanos tiran más hacia una mezcla de blues y psicodelia (oigan por ejemplo "Change my Ways" o "My Time Ain't Long"), los marmotas seguían otro camino. He leído a veces cómo se les aplica la etiqueta de "blues progresivo" pero no me acaba de gustar, parece que cuando complicas un género lo has de acabar etiquetando como "progresivo" llevando el concepto a terrenos maravillosamente absurdos. Pero sí que es cierto, que llevan su sonido hacia unos derroteros bastante innovadores en la época y que hoy día siguen sonando sorprendentes.

El responsable de todo esto es el líder, cantante, guitarrista y compositor Tony McPhee, con un estilo muy reconocible y asombrosamente olvidado dentro del género. Sus cómplices son una base rítmica con nombres de malos de películas de espías soviéticas, Peter Cruikshank y Ken Pustelnik. Conjuntados no tienen mucho que envidiar a cualquiera de los grandes power trios del rock, suenan avasalladores y magníficamente conjuntados.



La primera vez que escuché el magistral Split (1971) de primeras no congenié con él. El motivo era que me esperaba algo más blues y aquí en cambio me sonaban muy duros, rozando el hard-rock (curiosamente también tardé en pillarle el punto a Free por el motivo contrario, esperando que sonaran más duros de lo que eran). Pero es un disco demasiado raro como para que no simpatice con él. Si lo comparamos con sus dos obras anteriores, Blues Obituary (1969) - mi favorito de ellos - o Thank Christ for the Bomb (1970) - uno de los mejores títulos de la historia - Split supone un enorme paso adelante. Un disco mucho más oscuro y retorcido, que a veces te lleva por terrenos que parecen alejados del blues-rock hasta que repentinamente un solo de guitarra o cierto deje musical nos devuelve brevemente al género.

La cara A de Split la forman cuatro temas titulados igual que el disco que no van unidos musicalmente sino a nivel lírico a partir de una experiencia de McPhee:

La noche después de un concierto en Huddersfield, me invitaron a la casa de Mick Hubberts (un técnico) a un curry. Mick tenia un inquilino americano que había hecho algunos porros de cannabis con la hierba que Ken Pustelnik (mi antiguo batería) le había dado. Recuerdo como regresamos del concierto la noche anterior e intentarlo sin ningún efecto. También recuerdo pensando sobre ello (y es divertido recordarlo ahora) que las semillas se habían quedado dentro y que el porro podría ‘petar’ como un cigarro explosivo de esos de broma. Compartí un porro que el tío había hecho. De repente la tele de Mick se dividió por la mitad. Los demás parecían estar pasándolo bien pero yo me sentía raro. Fui al baño y abrí el grifo pero empecé a sentir que “las cosas” crecían como en ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Intente tocar la guitarra para centrarme en algo pero estaba perdiendo contacto con la realidad y todo lo que podía ver eran espirales. Mi corazón latía tan rápido que pensaba que iba a explotar, Mick me pidió que vigilara el curry, ya que la última vez que lo vio se estaba saliendo de la sartén, fui a la cocina y abrí una ventana, y el jardín parecía un paisaje de Marte. La mujer de Mick estaba allí, así que me agarre a ella porque ella no estaba fumada y necesitaba a alguien así para conseguirlo yo también (conseguir estar bien). 

     Incluso empecé a perder la consciencia. Después de unas horas volví a la normalidad. Estoy seguro que aquel episodio abrió una puerta que no pude cerrar. 

    Unas semanas después, mi entonces mujer y yo, nos fuimos a pasear con el hijo de nuestra casera, era un día muy caluroso, y mas tarde, aquella noche no podía dormir. Fue entonces cuando me dio un ataque de pánico, empecé a preguntarme cómo podía existir, sigo teniendo problemas en explicarlo, era una negación de la existencia, así que intente huir de aquel pensamiento, corrí escaleras arriba, hacia la parte superior de los apartamentos (‘Split 1’) estaba demasiado oscuro y encendí las luces, y entonces estaba demasiado iluminado (‘Split 2’) no pude deshacerme del pensamiento en toda la noche, finalmente pude dormir de puro exhausto (‘Split 3’) pero cuando me levante el sentimiento volvió hacia mí inmediatamente, estaba completamente paranoico (‘Split 4’). Mirando hacia atrás, hubo algunos meses donde hubiera creído cualquier cosa, una puerta se abrió en mi mente y no pude cerrarla. No lo temo ahora, pero solía hacerlo. 



El disco lo abre "Split (Part 1)", un tema enérgico de blues-hard-rock que en el tramo final estalla en un pletórico solo de guitarra. Primer indicio de la fuerza que podían desplegar los Marmotas. "Split (Part 2)" me gusta aún más porque es más extraña, encajando con el universo enrarecido que evoca la portada. La guitarra de McPhee empieza haciendo unos ruidos inquietantes que poco a poco van dando a forma a un riff de guitarra en wah-wah. Se le une la banda y vuelve el caos, pero en la parte cantada - oh, sorpresa - nos acordamos de que estamos en realidad en un blues ¿No les dije antes que continuamente McPhee nos lleva por extraños derroteros para luego recordarnos que todo esto parte del blues?

Pero si tuviera que quedarme con un "Split" sería el tercero, con ese inicio inquietante y lúgubre con órgano que luego de repente da paso a una de las mejores melodías del disco, muy hábilmente acompañada por la acústica en las partes cantadas y luego recibiendo la respuesta con un guitarrazo eléctrico. El solo de guitarra es uno de mis favoritos de McPhee, es un solo de blues de toda la vida pero tocado de forma absolutamente desquiciada. Y por último, el "Split (Part 4)" es el más convencional y asentado en el blues de los cuatro, lo cual por otro lado no tiene nada de malo.

Pasando a la cara B tenemos el pequeño clásico "Cherry Red", lo más parecido a un tema con posibilidades comerciales que encontraremos, con ese riff machacón y el falsete en el estribillo. "A Year in the Life" es un tema lento que para mí resulta la gran joya oculta del disco, mientras que "Junkman" empieza como un blues-rock juguetón hasta que de repente al final McPhee nos sorprende con unos minutos de ruidos psicodélicos con la guitarra. Y por último un final muy curioso: una versión del "Groundhog" de John Lee Hooker, el blues que dio nombre al grupo. Es como si, después de este viaje alucinatorio, McPhee quisiera al final recordarnos cuál es el origen de todo este mundo. Al final, todo esto que hemos presenciado es algo que viene del blues por increíble que parezca.