miércoles, 5 de junio de 2013

The Doors - Morrison Hotel (1970)


Morrison Hotel fue literalmente el disco que salvó a los Doors de su destrucción, el álbum que consiguió relanzar su carrera en un momento en que todo parecía indicar que ya no daba más de sí. OK, es cierto que a la práctica este resurgimiento sólo aportó dos discos, pero ambos han sido muy significativos. De haberse separado tras The Soft Parade, algo que en 1969 parecía inevitable, los Doors no tendrían un estatus tan mítico hoy día. Serían recordados más como otra de las grandes bandas de la escena de la Costa Oeste tipo Moby Grape antes que como uno de los grupos más míticos de la historia. Ojo, no lo digo como algo peyorativo hacia los señores Moby Grape y demás grupos de esa escena, sino en el sentido de que serían una de esas bandas con una obra maestra clásica del rock y un puñado de muy buenos discos pero que ya solo conocerían los expertos o más interesados en este tipo de música. Es cierto que el éxito de los Doors en su momento fue mucho mayor que el de sus compañeros, y ninguna otra banda de entonces tenía un líder tan carismático como Jim Morrison, pero sigo creyendo que de haberse separado en 1969 hoy se verían más como una banda con un disco genial cuya carrera solo la conocerían a fondo la gente más puesta en ese tipo de música.
Por ello creo que ese último resurgimiento fue tan importante, les hizo crear dos discos aclamadísimos (el segundo de hecho para muchos es su mejor obra) con una colección de temas imbatible en que demostraban que aún tenían mucho que decir. De esa forma alcanzaron el estatus de banda legendaria que tienen hoy día.

Los Doors por entonces necesitaban un disco como Morrison Hotel más que nunca, un álbum que les diera un soplo de aire refrescante después de unos últimos años tan convulsos. Después de sus dos geniales primeras obras que les posicionaron como una de las bandas clave de EEUU, sus siguientes discos resultaron algo más problemáticos. Hoy día Waiting for the Sun y The Soft Parade gozan de un respeto otorgado por la perspectiva del paso del tiempo, pero en su momento, aún siendo éxitos de ventas, supieron a poco. Y lo que es peor, Jim no quedó nada satisfecho con el resultado. En Waiting for the Sun le vetaron su ambiciosa y larguísima composición "Celebration of the Lizard" y en Soft Parade se añadieron instrumentos de viento y cuerda para darle un sonido más pulido que no convenció a nadie de la banda. El cantante de hecho estaba tan insatisfecho que quiso romper el pacto de firmar todos los temas a nombre de la banda para separar sus composiciones de las del guitarrista Robby Krieger, ya que no estaba nada conforme con algunas de las aportaciones del guitarrista.
A eso hay que sumarle que por entonces Morrison era un alcohólico consumado que, al sentirse insatisfecho con lo que se estaba haciendo, tomó una actitud pasota acudiendo a numerosas sesiones borracho y haciendo que la grabación fuera un infierno. Si eso se limitara a las grabaciones, podría ser pasable, pero lo peor es que acabó afectando negativamente a los directos, de forma que la banda alternaba en esa época conciertos magníficos y llenos de lucidez con otros patéticos, siempre condicionados por cómo estaba Morrison aquella noche. Eso minó su reputación, teniendo como momento cumbre al famoso incidente en Miami que llevó a la detención del cantante acusado de exhibicionismo y que supuso el punto más bajo de la historia del grupo.


Y aquí es donde debemos posicionarnos para entender la importancia de Morrison Hotel. Un Jim Morrison acabado deseando dejar una banda con la que no se sentía identificado y cuyos últimos discos no le gustaban pero que dependía de ellos para ganar dinero. Una banda que musicalmente parecía perdida sin rumbo después de dos primeros discos impactantes. Su fama en directo en capa caída, habían pasado de tener un provocador y sensual cantante medio poeta que conectaba con la audiencia de una forma nunca antes vista a un patético borracho. Los Doors podrían haberse separado fácilmente por entonces y entonces los veríamos hoy día como una de esas bandas con un inicio de carrera espectacular que luego nunca pudieron igualar. Pero en lugar de eso, Jim decidió volver a implicarse y rescatar a la banda. Y para ello les propuso tomar un cambio de dirección que ya hacía años que tenía en mente: pasarse al rock más simple y directo.

Morrison por entonces ya no se veía volviendo a la psicodelia, y de hecho tras su segundo álbum ya había insinuado la idea de convertirse en una banda de blues-rock, sobre todo tras ver los directos de Canned Heat, uno de sus grupos favoritos de la época. Después de dos discos que tiraban por un sonido más accesible, Morrison propuso dar un lavado de cara al grupo y transformarse en una banda de rock de carretera: canciones sencillas y contundentes. Él mismo ya no quería ser el sex symbol provocador de antaño, sino un bluesman. La idea por supuesto cuajó y dio como resultado un disco muy bueno que devolvió la credibilidad al grupo en la época más difícil de su breve existencia.


Morrison Hotel es un término medio entre los Doors de antaño y los de L.A. Woman, donde ya se decantan abiertamente por el blues.

El disco empieza fuerte con el que es claramente su mejor tema y el gran clásico indiscutible, una de las grandes canciones de los Doors por no decir directamente la mejor: "Roadhouse Blues". Se trata de un blues-rock infalible, de ésos que suenan tan bien que te cuesta creer que no hubiera sido compuesto antes. Suena chulesco y auténtico, Jim Morrison está soberbio y el solo de guitarra es preciso y directo a la mandíbula (en algunos sitios he leído que ese solo no es de Krieger sino del bajista de estudio Lonnie Mack, de hecho Jim antes del solo dice algo así como "Do it Lonnie, do it!"). Como curiosidad, a la armónica les acompañó John Sebastian y Manzarek esta vez optó por un sonido de piano de bar en lugar de su famoso órgano. Es la mejor presentación posible de estos nuevos Doors que aspiraban a ser un auténtico grupo de bar de carretera.

Pero pese a ese prometedor inicio, el resto del disco ya sigue las líneas de los Doors más clásicos, si acaso tirando por un sonido más simple, pero desde luego aún no se habían transformado en la banda de puro blues que encontramos en L.A. Woman - la única clara continuación de "Roadhouse Blues" sería "The Spy", un blues lento en que Manzarek vuelve al piano. De hecho el segundo tema es un descarte de su tercer álbum, la canción que iba a dar nombre al disco: "Waiting for the Sun". Es un retorno a su sonido más misterioso y psicodélico, y para mí es claramente mi segunda favorita del disco aunque no sea de las más mencionadas. En concreto me vuelve loco ese contraste entre partes más psicodélicas y otras en que irrumpe ese sonido potentísimo que me dejó boquiabierto la primera vez que la oí.



El otro gran clásico del disco tras "Roadhouse Blues" es "Peace Frog", del guitarrista Robby Krieger. Es un buen tema con un riff y melodía pegadizas en que Morrison hace referencia en la letra a una experiencia que vivió durante su infancia y le traumatizó, cuando vio a una familia de indios que había sufrido un accidente en la carretera. Empalmada con ésta creando un curioso contraste está "Blue Sunday", un tema lento con protagonismo del órgano por el que siempre he sentido debilidad.

Del resto del disco yo destacaría sobre todo los tres últimos temas, que son mis favoritos de la cara B. "Indian Summer" es un tema muy tranquilo que he redescubierto en mi último enganche al disco. "Queen of the Highway" por otro lado es la mejor de la cara B, un tema con vocación de clásico, y "Maggie M'Gill" es un contundente final de disco basado en una melodía repetitiva.

A nivel comercial, la estrategia de Morrison Hotel funcionó. El disco fue un éxito inmenso que renovó la credibilidad del grupo de cara a entrar en una nueva década y que les dio a sus componentes una nueva motivación para continuar volcándose en su faceta más blues.



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