Estos días he estado leyendo la biografía de los Stooges de Jaime Gonzalo, un libro muy interesante que recomiendo a los fans del grupo.
Está compuesto en su mayoría por declaraciones de miembros de la banda y otros implicados junto a algunos textos explicativos de Gonzalo. Lo único que no me gusta del libro es que el estilo de escritura de Gonzalo me resulta muy cargante. No tengo nada contra un libro de rock bien escrito y de hecho detesto los que optan por un estilo enrollado en plan "cómo mola este grupo" - para mí ese tipo de lenguaje encaja en un blog pero no en un libro. En todo caso, Gonzalo creo que abusa de sus dotes de escritura haciendo que el texto sea demasiado denso, lo cual creo que no encaja bien con el tipo de libro que es, pero se trata solo de mi opinión personal.
A cambio, nos ofrece todo lo que necesitamos saber de los Stooges (por ejemplo es de inestimable valor toda la información que da de composiciones no oficiales del grupo y de todos los discos pirata que pululan por el mercado), además de curiosidades más anecdóticas que a mí me resultan muy interesantes, como el culto que había a los Stooges en los 70 a nivel underground y cómo lo vivió él personalmente, poniéndose en contacto con clubs de fans europeos y adquiriendo el poco material que podía llegar a sus manos.
Volviendo a los Stooges, leyendo todos los detalles sobre sus actuaciones y su desfasado estilo de vida me dio por reflexionar sobre algo...
Hoy en día la exbanda de Iggy Pop es uno de esos grupos de estatus mítico e intocable, de esas bandas de culto adelantadas a su época vistas hoy día como pioneros. Supongo que todos los fans del grupo fantasean con la posibilidad de haberles podido ver en su momento en directo, y que en cierto modo miran con desdén a toda esa gente que tuvo ante sus narices a unas leyendas y no supieron apreciarlo.
Pero la realidad es que a día de hoy puedo entender e incluso compartir la impresión que tenía el público de un aspecto concreto de los Stooges, y es todo lo que concierne al papel de Iggy Pop en los conciertos.
En su época, Iggy era considerado ni más ni menos que un payaso, al que la gente acudía a ver no por interés hacia la música sino para comprobar hasta qué punto iba a llegar esa noche o, mejor aún, si podrían verle morir en directo. Ahora esa faceta de frontman extremo está muy bien vista y se considera, como dije, que Iggy estaba adelantado a su tiempo. Por ello, muchos se lamentan de que hoy en día ya no actúe con la locura y espontaneidad de antaño sino como un profesional siguiendo un guión. Pero yo no lo lamento, y diré más: prefiero ver a Iggy en directo en 2012 antes que en 1972.
¿Por qué? Porque el Iggy de 1972 creo que es el ejemplo típico de personaje o situación que resulta cool vista en perspectiva, pero no en su momento. En todo caso, si a vosotros os motiva la idea de ver a un cantante drogado vomitando sobre el escenario, mutilándose cada vez más y peleándose con el público, de acuerdo, el Iggy de 1972 es para vosotros, pero no para mí. Todos estos actos que hoy día se ven como subversivos en su momento solo se lo tomaba en serio cierta prensa rockera muy sesuda, gente como Lester Bangs que sacaba todo tipo de significados profundos no solo de la música de Iggy sino de sus excesos. Yo no me lo trago.
Iggy Pop, en su periodo de drogadicción más extremo, no me merece el más mínimo interés o aprecio. No hablo del Iggy de sus inicios con los Stooges, en que era un frontman agresivo pero sabía lo que hacía. Me refiero al Iggy en que se acabó convirtiendo con el tiempo en gran parte por el consumo de drogas y cuyo modo de comportarse aún se considera cool. En esos años, Iggy llegaba a menudo al escenario con la presión de hacer las locuras que el público esperaba de él y llevando a cabo actos que pueden pareceros muy punk pero que a mí no me interesaría ver en persona (aparte de los ya descritos vómitos y escupitajos, también había numerosas batallas campales en que el público le arrojaba de todo).
Poniéndome en la piel de alguien de esa época que se encuentre con un tío así, sé que habría pensado igual. Que ese Iggy Pop era o un desequilibrado del que se aprovechaba el público para reírse a su costa o un idiota que había decidido llevar al extremo las enseñanzas de Jim Morrison para llamar la atención como fuera: cortándose con cristales, insultando a la gente, no importaba cómo. Y a mí eso no me merecería ningún respeto.
Claro, años después de consagró como un artista respetable en solitario y se le vio con otra perspectiva, como el prototipo de frontman auténtico. Pero yo veo mucho más eso en el tan criticado Iggy actual que en el original. Hoy día Iggy es todo un profesional que sale al escenario sabiendo qué se espera de él, así que lo da, se entrega a su totalidad a la música, hace un par de numeritos que sabe que le gustarán al público y se va habiendo hecho su trabajo. Puede que eso no sea auténtico, pero prefiero un profesional que me ofrece algo guionizado a un errático drogadicto que, según la noche, podía ofrecerte un buen concierto o ser incapaz de cantar nada.
Hay mucho mito alrededor de los Stooges, y por supuesto es comprensible, pero no hay que dejarse seducir por esa imagen romántica y mirarla con cierta perspectiva. Los excesos de Iggy en directo pueden parecer divertidos o muy cool leídos, pero verle degradarse en directo hasta ese punto creo que no tendría mucho interés [remarco que en ningún momento he criticado la música de los Stooges, que por si hace falta aclararlo me encanta].
Para cerrar este post voy a copiar del libro de Jaime Gonzalo una frase de James Williamson que creo que refleja un poco esta idea:
Puede que lo que hice con Iggy sea legendario ahora, pero en la época vivíamos como perros, sin apenas comer, sin dormir, drogas como no eres capaz de imaginarte, quemándonos como maníacos. No puedes vivir así mucho tiempo. Rechazo la mitología que rodea a los Stooges.
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