domingo, 14 de julio de 2019

Sobre King Crimson y el progreso continuo


Hay dos hechos determinantes en la carrera de King Crimson y de su gran artífice, el guitarrista Robert Fripp, que luego marcaron de forma crucial la forma de ser del grupo y que, no obstante, sucedieron por causas más bien circunstanciales y no obedeciendo a ninguna estrategia.

El primero tuvo lugar a finales de 1969 cuando la formación de su exitosísimo debut se desintegró tras apenas un año de vida dejando como único miembro a Fripp. Éste, desolado al ver que un proyecto tan excitante se venía abajo, propuso ser él quien se fuera dejando el mando al teclista y saxofonista Ian McDonald, ya que creía que el futuro de King Crimson estaba por encima de todo lo demás. Tenía sentido, aunque no era una banda con un claro líder en aquel entonces McDonald era seguramente el músico que más destacaba (había escrito las dos únicas canciones del debut que no eran composiciones conjuntas y era quien tocaba el mellotron, el instrumento más distintivo del primer álbum del grupo), pero rechazó la oferta y dejó a King Crimson en manos de Fripp.

El segundo sucedió bastante tiempo después, más concretamente en 1981. Para entonces hacía ya años que Fripp había decidido disolver King Crimson justo en la cúspide de su carrera - aunque en honor a la verdad propuso al resto de la banda seguir sin él con otro guitarrista (él sugirió a Steve Hackett), pero en aquel entonces la idea de Crimson sin Fripp carecía ya de sentido. Después de varios años de colaboraciones y discos en solitario de diversa índole el guitarrista formó una nueva banda llamada Discipline con la que dio unos pocos conciertos. El caso es que a los pocos meses de repente se les ocurrió que lo que estaban haciendo iba muy en línea con el espíritu de la antigua banda de Fripp, y aunque sonoramente no tenía nada que ver con lo que habían hecho antes, decidieron usar el nombre de King Crimson.


Estas dos pequeñas anécdotas son a mi parecer la base de lo que hizo de King Crimson toda una entidad en la historia del rock. Si en el primer caso McDonald hubiera aceptado la propuesta de Fripp, estoy convencido de que este último habría hecho una gran carrera por su cuenta, pero ya desvinculada de ese fabuloso debut y quien sabe si de forma estable con una banda o más bien como hizo a finales de los 70, saltando de un proyecto a otro. Por otro lado, es probable que King Crimson habría acabado siendo uno de esos muchos grupos de los 70 con un álbum increíble y probablemente unos pocos más de calidad... pero ya está (esto es pura suposición pero la carrera más bien difusa de McDonald tras su fantástico debut con Michael Giles me hace apostar por ello).

Y por otro lado, con la decisión de rescatar el nombre de King Crimson para un proyecto que sonoramente no tenía nada que ver con su antigua banda, Fripp de forma consciente o no estaba dando forma a la idea de "el espíritu de King Crimson", el hecho de que King Crimson no es simplemente un grupo de rock progresivo de los 70 sino una forma de hacer música que podía englobar tanto el progresivo como la new wave. La suma de ambas circunstancias creó por tanto esa idea de King Crimson como algo que va más allá de un grupo (con un sonido definido, unos temas clásicos, etc.) y que se transforma casi en un concepto que seguramente se resuma en la idea de estar siempre evolucionando, nunca mirando atrás.


Esto ha llevado durante décadas a algo tan impopular como que Fripp se negara tajantemente a tocar en directo temas de sus discos de los 70 salvo un par o tres de excepciones. Siguiendo el principio crimsoniano de siempre evolucionar, Fripp rehusaba el camino fácil de ofrecer al público lo que quería, tocando canciones de su época más conocida y popular. Por ello, cuando desde hace unos años Fripp de repente rescató a King Crimson con una formación que, contra todo pronóstico, basaba sus setlists en temas de los 70 que hacía décadas que no tocaban, la sorpresa fue mayúscula. Después de todo, el guitarrista se había salido con la suya: había conseguido mantener una carrera estable y medianamente exitosa (puede que no tanto como antes pero sí lo suficiente para seguir girando por todo el mundo) siguiendo sus firmes principios de evitar sus discos más populares. Y de repente a Fripp le daba por rescatar temas como "Starless" o "Epitaph" para jolgorio de su público. Quizá se dio cuenta de que, a esas alturas, ya no tenía que demostrar nada. O quizá sencillamente cambió de opinión.

El caso es que yo como fan de su época setentera celebré como muchos otros este inesperado cambio de actitud (que en el fondo no creo que responda solo a su idea de no mirar al pasado sino a cierta cabezonería de no depender de su repertorio más popular, ya que en sus giras de los 90 y 00s no tenía problemas en tocar temas de los 80, que por entonces ya eran parte del pasado) y disfruté mucho de tres grandes conciertos que son de lo mejor que he visto en directo.



¿A qué viene esta larga disertación? Pues quizá a que anoche le vi por cuarta vez y en esta ocasión el repertorio deparó unas pocas sorpresas más. No me refiero a que tocara temas como "Moonchild" (que los King Crimson clásicos jamás hicieron en vivo) o "Islands", o que por primera vez en su carrera ahora interpreten la coda de "In the Court of the Crimson King", sino a que ahora han añadido también temas de su trilogía ochentera.

Porque, cosa extraña, en esta nueva encarnación crimsoniana que miraba sin rubor al pasado, inicialmente Fripp dejó totalmente de lado la trilogía de los 80 que realizó mano a mano con Adrian Belew, los discos que supusieron el renacimiento de King Crimson y su nacimiento como entidad y no como grupo progresivo. Y de repente en los conciertos que dieron el año pasado empezaron a asomar la cabeza temas de Discipline (1981) y Beat (1982). Desconozco por qué dejó esos álbums de lado durante los primeros años de esta gira más revival, pero me hizo ilusión que tocara canciones de esa época, no porque me gusten los discos (en directo los temas suenan como un cañón pero no entrarían ni de coña en mi setlist ideal del grupo) sino porque con esta novedad los King Crimson actuales están tocando literalmente temas de todas las épocas, repasando casi todos sus discos. Y me gusta pensar que, ya en el final de la carrera, tras años con esa ideología tan estricta de estar pensando siempre "qué es crimsoniano y qué no lo es" y con esa obsesión de no vivir del pasado, quizá Fripp se ha dado cuenta que después de todo el último paso que le quedaba por hacer era simplemente reconocer todo su legado, abrazar abiertamente la música de todas sus etapas y no renegar del pasado. Que lo más honesto es reconocer que King Crimson es todo lo que ha hecho a lo largo de estos 50 años bajo el nombre del grupo y que, por tanto, todas esas canciones tienen el mismo derecho a hacerse un sitio en su repertorio.

2 comentarios:

  1. Interesante la reflexión y también los datos que aportas para quien no conocemos la historia del huraño guitarrista. Me ha gustado conocer que esos cambios de sonido tan drásticos (primero en lark tongues y luego en discipline) fueron debidos a proyectos nuevos que, por coincidencias de la vida, salieron bajo el nombre de King Crimson. Esto sirve para rebatir a algunos fans crimsonianos que veneran en exceso la innovación y se jactan de que adoran al grupo que mas ha progresado en su existencia. ¡Claro que se nota un gran cambio musical, porque son básicamente grupos diferentes con Fripp como común denominador! Aún así, todo es obra de Mr Fripp y es de agradecer que por fin de vida a toda su obra musical en el show con el que ahora esta recorriendo el mundo.

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    1. Sin restarle mérito a Fripp (¡al contrario!) es realmente así, solo hay que ver los cambios tan radicales de formación para ver que podría perfectamente haber usado un nombre distinto para cada uno y encajaría por completo. Por suerte no lo hizo, me gusta que King Crimson englobe todo esto.

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