domingo, 7 de agosto de 2016

Deep Purple - Who Do We Think We Are? (1973)


Cuando uno ya ha pasado por los discos clásicos e imprescindibles de un grupo resulta bastante curioso enfrentarse a sus obras menores. Ya hemos visto a la banda en sus mejores momentos, ahora toca verles en una situación de debilidad, y eso es lo que sucede con el último disco del MK II de Deep Purple: Who Do We Think We Are? (1973), un álbum del que había oído hablar tan poco y de forma tan tibia que no esperaba gran cosa. Y desde luego las circunstancias en que se grabó no hacían presagiar mucho.

Who Do We Think We Are? es el clásico producto de una situación insostenible: una banda agotada después de años de frenética actividad y con tensiones insostenibles entre sus miembros, más concretamente entre el cantante Ian Gillan y el guitarrista Ritchie Blackmore. En realidad parece ser que su relación ya se resentía desde 1971 por el clásico problemas de egos: Ritchie, como bien sabemos, no es un tipo fácil, y Gillan acaparaba demasiado protagonismo. La relación entre ambos acabó siendo cada vez peor, pero afortunadamente nada de eso se notó en sus excelentes conciertos presentando Machine Head (1972) - incluyendo el Made in Japan (1972).

Muchos grandes discos se han grabado en una situación de tensión, pero a eso hay que sumarle que la banda llevaba un ritmo de trabajo agotador. Mientras estaban de tour ya habían reservado los estudios para grabar su siguiente álbum (el cuarto en apenas tres años), pero como tuvieron que cancelar algunos shows por enfermedad, los programaron al final y eso provocó que apenas hubiera tiempo de descanso entre el tour y la grabación del disco. En conclusión, cuando llegaron a Roma no tenían material ni ganas de ponerse a ello. Según Gillan, si sus managers les hubieran permitido tomarse un tiempo de vacaciones, el MK II habría durado más tiempo. Quién sabe, en todo caso ese contexto aceleró las cosas.

De estas primeras sesiones solo salieron dos temas. El primero es el gran clásico del disco, "Woman from Tokyo", un tema de rock 'n' roll sencillo y pegadizo con un buen riff de guitarra y una letra que iba sobre el primer tour en Japón que iban a empezar en breve y que se inmortalizaría en su directo más famoso. La otras es "Painted Horse", con un tono más blues y Gillan a la armónica. Se descartó por las típicas peleas entre guitarrista y cantante: Ritchie dijo que había que grabar otra toma vocal, Ian se negó y en conclusión Ritchie dijo que entonces se iba fuera del disco. No estaba Blackmore para tonterías.


Mientras tanto, la banda tampoco se ponía de acuerdo con la dirección a tomar. Ian quería desesperadamente cambiar de estilo y tirar hacia influencias progresivas, en la línea de Fireball (1971), algo que a Blackmore - y seguramente al resto - no les interesaba. Y Blackmore por su cuenta se guardaba sus mejores composiciones para un proyecto que tenía entre manos, Baby Face (donde pensaba contar con ¡Phil Lynnott y Paul Rodgers! - al que pensaba traerse al batería de Deep Purple, Ian Paice). No era un ambiente muy prometedor.

Finalmente, tras otra tortuosa sesión consiguieron sacar algunos temas más hasta que les dio para la duración mínima 34 minutos escasos. En general el disco no aguanta comparaciones con los predecesores, pero a cambio mantiene un buen nivel medio, sin grandes picos pero tampoco ningún tema que sobre: buenos temas rockeros como"Mary Long" (como curiosidad, el único que tocaron en vivo en aquella época), "Rat Bat Blue" sostenida por un marcado ritmo de batería de Ian Paice o "Smooth Dancer" que criticaba la situación de la banda. "Place in Line" por otro lado es un blues que rompe un poco el estilo del disco y que es quizá la más floja del mismo, pero a cambio viene seguida por la mejor composición de todo el álbum: "Our Lady", con un gran trabajo de Jon Lord a los teclados.

¿Qué pasó después de este difícil parto? Ian Gillan se dio cuenta de que no podían aguantar más tiempo juntos él y Ritchie, así que comunicó a los managers que se largaba. Estos le pidieron que siguiera para unos últimos conciertos que quedaban y aceptó. Dichos shows fueron de una tensión aún más insoportable, ya que el resto de la banda sabían que Gillan no tardaría en irse y el cantante optó por viajar aparte (por otro lado, en toda la gira apenas se dirigieron nunca la palabra él y Ritchie). Para intentar que la banda no se desmoronara, los managers convencieron a Ritchie de que dejara ese proyecto aparte y que siguiera en el grupo. Este aceptó solo si se iba el bajista Roger Glover, condición que todos aceptaron. En consecuencia Glover empezó a notar que el resto le hacía el vacío también a él durante el tour... desde luego, debieron ser unos días llenos de felicidad en el seno de Deep Purple.

De todo eso ha quedado un disco sin duda menor pero bastante decente que a mí al menos me resulta más agradable e interesante de escuchar que cualquiera que hayan hecho después de los 70s. En su edad de oro, el MK II de Deep Purple era tan bueno que sencillamente no sabían sacar un mal disco.


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